Los empresarios chihuahuenses, los de primera y segunda, los que son los dueños y sus operadores, reiteran su viejo y gastado discurso de echar culpas frente a un acontecimiento como el de ayer, 8 Marzo, en la capital del estado, testigo de la insurgencia de las mujeres.
Claman y reclaman represión, que el estado actúe como el gendarme que necesitan para que, mediante la violencia, se imponga esa nebulosa que ellos denominan “Estado de derecho”, que nunca aterrizan en nada que beneficie a la sociedad, como buenos evasores fiscales que han sido desde tiempos inmemoriales.
Le exigen a su gobernadora que actúe, que interponga las fuerzas policiacas para restablecer el orden y se delimiten responsabilidades, e incluso que se detenga y procesen penalmente a las manifestantes. Para ellos ahí se agota el Estado de derecho.
Como buenos hipócritas, dicen que les duele la violencia y los agravios a las mujeres, pero sólo hasta ahora se les escucha decir esas frases que se antojan de circunstancia, porque no tienen más qué decir. Nunca se han proclamado por los agravios que muchas de las mujeres que ayer marcharon han sufrido en sus vidas.
Son los mismos empresarios Terrazas, Vallina, Madero, Baeza, Barraza y compañía que el sábado pasado, en el Centro de Convenciones aplaudieron como focas, hasta el delirio, el Primer Informe de María Eugenia Campos. Es el mundo color de rosa, aunque sea del azul que les gusta por el momento.
Y frente a esto, lo que quieren es una represión selectiva, que la manifestación misma desmiente, porque ahí había miles de gargantas gritando “fuimos todas”.
Son los viejos empresarios que no se mueven de sus ancestrales posiciones ni se cambian por las anclas de los privilegios que los lastra.
Entiéndanlo, señores empresarios: fueron todas.