El título de esta breve entrega es doblemente deliberado. Es el lema del periódico vaticano L’Osservatore Romano, en latín Unicuique suum, que significa “A cada uno lo suyo”. Además tiene que ver con la prensa, los medios de comunicación, los periodistas y los que ejercen el poder político o económico.

Si en algún asunto hay que dar a cada quien lo suyo es en este, porque tiene una vinculación estrecha con la libertad de expresión que irradia al resto de las libertades, como en su tiempo lo pensó Francisco Zarco, el gran liberal distinguido en el oficio periodístico.

Al grano: ayer el poder galardonó a un racimo de periodistas chihuahuenses. Entregó las preseas que expende el Foro de Periodistas de Chihuahua, hoy capitaneado por el exvocero de César Duarte, Nicolás Juárez, que además fungía entonces como su guardaespaldas ocasional.

Para estos premios se emplea el nombre de José Vasconcelos, un personaje con profundas raíces en la cultura y la política nacionales. Pienso que probablemente la inspiración de pertrecharse detrás de esta destacada figura se debe más a su etapa en la que prologaba los libros de Salvador Borrego, el nazifascista que se enquistó en la prensa nacional y tuvo hijos por doquier. No es precisamente el autor del Ulises criollo o de sus obras filosóficas memorables, sino el hombre hecho de resentimientos muy graves al final de su vida.

Sea cual sea el caso, y lo que sea que inspire Vasconcelos, el tema es que resulta grotesco, dando a cada quien lo suyo, que el poder casi convertido en nomenklatura le aplauda a quien tiene el deber de informar o ejercer la crítica para una sociedad democrática.

No es extraño que todo esto se haga bajo el padrinazgo del estado, que se necesite el patio central del Palacio de Gobierno y que, simulando bondades, en realidad el mensaje que se lanza es el de la complicidad con el poder, o eso que llaman establishment.

El Foro se ha distinguido por ser un aparato priista y ahora se acomoda a la sombra del maruquismo, que es una versión concentrada de los estilos del ejercicio del poder de panistas y priistas, hoy atrincherados frente a la “amenaza” de la Cuatroté.

Pero hay premios y premios. Los reales van para los dueños de los principales medios, como recientemente lo ha puesto al descubierto La Verdad Juárez, al hacer públicas las cantidades millonarias que reciben los periódicos de El Diario, Televisa, El Heraldo y uno que otro digital y otros pertenecientes a cadenas radiofónicas. Los demás premios son las cartulinas que se entregan para distinguir a este o aquel en alguno de los géneros en los que se subdivide la tarea periodística, cada vez más difuminados.

No descarto que entre ellos haya buenas personas, en los términos del novelista Nir Baram, incluso que algunos trabajos sean de reconocimiento. Pero ese no es el fondo de lo que ayer vimos en el patrio central del Palacio de Gobierno, lo que me inspiró una matutina frase que rememora a Vasconcelos, aunque no sea cierto que la haya pronunciado y que simplemente parodié así: “ahí donde la libertad de expresión termina, empieza el chayote asado”.

A cada uno lo suyo.