Artículo

Panduartismo, empoderado y activo

A fines de la semana que concluye, dije que sea cual fuere el resultado en la elección de presidente de la mesa directiva del Congreso del Estado, todo continuaría igual. Y así ha sido. Sin embargo, me parece que resulta necesario hacer un matiz, de esos que terminan dándole identidad al cuadro completo.

Todo indica, finalmente, que será la diputada morenista Adriana Terrazas Porras la que se haga con el cargo, el cual es insustancial, en esencia, pero le agregará méritos en lo personal al oscuro currículum de la diputada juarense. Su próxima instalación en ese puesto es, sin duda, un incuestionable fraude a la ley.

En el Congreso se han cubierto las apariencias para violar la ley, como suele ocurrir, porque se ha puesto ahí a una diputada morenista sólo por la voluntad del PAN y una decisión que emana del gobierno maruquista con sus nada invisibles tentáculos tocando el ámbito del Poder Legislativo, como siempre.

Si partiéramos de buena práctica parlamentaria, tendríamos que suponer que MORENA tenía mano para postular; pero la falta de pericia del coordinador de esa bancada, Cuauhtémoc Estrada, aunado a las pugnas internas de la fracción y su pésima pasta humana, le permitieron al PAN maruquista salirse con la suya para simular una pluralidad inexistente.

Pero esto no es lo más grave. Lo delicado, en realidad, está en el perfil publico de la futura presidenta del Congreso, Adriana Terrazas, quien es en el perímetro que conoce una saltimbanqui redomada.

Vea usted: ha sido una priista hasta la médula, una duartista contumaz y alfil del exalcalde Enrique Serrano en Ciudad Juarez. Serrano, como ya es de todo mundo conocido, fue la antigua carta fuerte de Duarte en una sucesión que nunca ocurrió, al menos formalmente.

Pero Adriana Terrazas ha compartido negocios con Enrique Serrano en el pasado inmediato, para beneficiarse con la instalación de guarderías del IMSS. Terrazas es además diestra ejecutora en la labor de zapa contra el mismo PRI, para que oportunistamente ganara el hoy también morenista Armando Cabada la Presidencia de Juárez en 2016.

A la hora de la adversidad partidaria, Terrazas Porras se convirtió repentinamente en morenista, apalancada por el mismísimo Juan Carlos Loera de la Rosa, el que fue candidato a la gubernatura y sigue siendo hoy cabeza de representación de López Obrador en el estado de Chihuahua.

Esa intervención de Loera en favor de Terrazas, igualmente oportunista, exhibe al partido lopezobradorista como una organización utilitaria, hecha de retazos y desperdicios de otros partidos y de politicastros recién llegados a las filas de MORENA que sigue justificándose como un partido de “puertas abiertas”.

Quienes han trabajado en el PRI en territorio electoral en Ciudad Juárez y que con los días han sido consultados por esta columna, han reportad que Adriana Terrazas es “un ser tiránico, despótico, grosero, amenazador” y “sin ninguna moral” definida en lo político. Es de lo “más nefasto del PRI”, según cuentan de su experiencia.

Decir, por ejemplo, que Terrazas Parra no es de MORENA, es insinuar que ese partido tiene principios y los acata. Pero en realidad es, como muchos otros y otras, morenista porque ahí en ese partido es donde hoy se calientan gordas, y por desgracia para ellos y para los remanentes de esa izquierda que lo habita, se convierte en una expresión más del maruquismo gatopardista. No obstante, no es la primera vez que algo así ocurre, y no parece que no será la última. Con la diputada Terrazas Porras todo cambiará en el Congreso local para que todo siga igual, a grado tal que llegará sin la voluntad de sus compinches, que tendrán que comer camote el resto del periodo legislativo.

Patricia Terrazas zopiloteó todo este tiempo y obtuvo lo que ahora se sabe: será presidenta del Congreso al servicio de los designios del panduartismo empoderado, ese que no se ha ido y está más vigente que nunca.

Chihuahua ya tiene entonces su mini mafia del poder, un prianismo en activo que hace juego con los saldos con de otros partidos y con la mediocre oposición, inmóvil y ahora parcialmente cómplice, del morenismo congresional, y un innombrable que opera desde algún lugar del CERESO de San Guillermo.

El cuadro, entonces, será de tres poderes, de tres mujeres al timón y un solo distintivo: el duartismo llega incontenible hasta ahora y hasta aquí.