Los recientes hechos de sangre en Ciudad Juárez, Cuauhtémoc, Jiménez y en Allende-Coronado, han puesto en crisis al gobierno de María Eugenia Campos, que pasa más tiempo en sus labores de promoción personal que en la atención de los asuntos de su administración por los que se le paga.

No hay los resultados ofrecidos, ni los habrá, porque lo fundamental de las horas de trabajo se han destinado a ofrecer un futuro luminoso, que no tiene sustento por falta de finanzas, cuando lo que interesa es el presente con su realidad concreta, y del pasado tomar las experiencias.

De alguna manera, el futuro no existe, salvo como una promesa demagógica en el que están cayendo todos los políticos.

Los gobernantes, para ofrecer algo, se deben hacer cargo de dos cosas: que no hay más dinero que el que aportan los ciudadanos. Y en este caso de Chihuahua, simplemente no hay dinero porque, entre otras cosas, estamos a merced de los bancos que practican la usura en gran escala. Por eso ya se está anunciando una reestructuración de la deuda.

Pero es la inseguridad la que muestra la quiebra, muy similar a lo que algunos llaman “estado fallido”.

Y en esa venta de futuro está la construcción de la Torre Centinela, que tardará años en levantarse para hacer otro monumento al dispendio, en plena época de la tecnología digital, que puede simplificar las tareas a un bajo costo.

Que ya no puedas asistir a un restaurante sin la zozobra de que pueden irrumpir personas armadas o simples sicarios, que todos los días se encuentren cadáveres descuartizados, que se susciten enfrentamientos en los que aparecen granadas y proyectiles de alto poder, mantiene en vilo a una sociedad temerosa que ve cómo, un gobierno obligado a garantizar la seguridad, no lo hace.

Además, agravando las cosas, este gobierno reparte culpas, que no remedia nada, porque el ciudadano común y corriente no distingue lo que es federal, estatal o municipal. Ciertamente es una corresponsabilidad y hay que dar a cada quien lo suyo, sin olvidar que aquí estamos, aquí tenemos gobiernos y sus promesas que han caído hechos trizas en el suelo.

En estos días se ha visto al equipo maruquista reunirse en palacio hasta las once o doce la noche. En realidad, pueden pasar toda la madrugada en vela, pero lo que tienen que hacer es revisar el perfil de no pocos funcionarios con visión municipalista, los que trabajaron con Maru en la alcaldía y que no tienen más horizonte que ese, cuando lo tengan.

En particular, tanto el fiscal general, Roberto Fierro Duarte, como el secretario de Seguridad Pública, Gilberto Loya, no han dado el ancho, pero se quiere remediar con despidos de figuras menores, algo así como migajas para la plebe.

En el gobierno de Maru no hay ni talento ni talante.