Reemprendo ahora mis entregas a La Verdad de Juárez, con mis mejores deseos en este tiempo aciago. En particular, hago votos porque el equipo de periodistas que encabeza Rocío Gallegos, continúe superándose todos los días, en un momento en que se requiere tanto del buen periodismo. 

***

Nos duele la UACH

García Chávez Jaime

Una noche del verano de 1974, un reconocido médico chihuahuense me invitó a conversar sobre la circunstancia que padecía, en ese momento, la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH). El contexto lo daba la casi inminente derrota del más profundo movimiento democratizador que se haya dado, hasta ahora, en la UACH. Para derrotarnos no les importó hundir a la casa de estudios en una profunda crisis que la ha mantenido a la deriva por varias décadas. 

El médico, con un gran sentido crítico y un amplio horizonte del país y la región, no se proponía en lo más mínimo brindarme un consuelo frente al inevitable descalabro que nos infligió el atrabiliario gobernador Oscar Flores Sánchez y quienes lo secundaron adentro de la universidad. Su finalidad fue darme elementos para dimensionar la tragedia que sobrevendría, me habló de una etapa de letargo que se prolongaría por mucho tiempo con grave prejuicio para la sociedad chihuahuense. 

Él pensaba que el movimiento estudiantil había puesto los puntos sobre las íes para cimentar una nueva universidad acorde a los tiempos del país y el mundo, escritos en un memorable documento denominado “La universidad debe transformarse”, pero dejaba a salvo la responsabilidad del movimiento mismo por sus altos propósitos que carecieron de la fuerza suficiente para prevalecer y, no se diga, por la erogación de energía juvenil que se invirtió en la empresa.  

De la reunión, sobra decirlo, salí perplejo y ahora la recuerdo por la hondura de las palabras casi proféticas, pero no solamente eso. Los vientos que corren sobre la UACH nos obligan a realizar un pronunciamiento inicial que, ojalá, contribuya a motivar una insurgencia cívica en favor de la universidad que necesita Chihuahua, no sin reconocer la gran dificultad que eso entraña por la ausencia de organización de estudiantes y académicos que le dé sustento desde las entrañas mismas del centro educativo. Ojalá. 

Con el arribo del gobierno panpriista de María Eugenia Campos, se ha vuelto por la senda de siempre. La gobernadora quiere acrecentar su poder a costa de todos los demás, sin respeto en este caso a la institucionalidad autonómica. Llegó pidiendo “el espacio” a Luis Fierro, en lugar de ofrecer una alternativa integral para empezar a remediar la enfermedad que carcome a la UACH. Esto no se ha de entender, de ninguna manera, como una defensa al rector defenestrado, del que opiné en su momento oportuno no debía ocupar el cargo por obra y gracia del ejecutivo estatal. En aquel entonces sugería como el mejor candidato a Jesús Robles Villa.

Se trata, ni más ni menos, de empezar a reconocer eso que se llama “autonomía”. Obvio es tener presente que le es extraña a la gobernadora, educada en el Tecnológico de Monterrey y en la Universidad de Georgetown, instituciones contra las que no tengo prejuicio pero que, a la postre, traen sus propias marcas. 

La acción gubernamental empezó, insisto, por un camino trillado. Depuesto el rector, se puso un interino a modo en la persona de Jesús Villalobos Jión, fundido en los talleres más negros de la UACH y con los metales más perniciosos para la misma. Puede ser el hombre de confianza, para empoderar después al grupo gobernante, pero de ninguna manera eso es lo que necesita la universidad y a unos meses de designar rector para un periodo completo, y en medio de una crisis que viene de dimensiones aún insospechadas.

Chihuahua, en su universidad capitalina, requiere de una solida institución, que empiece a tomar el timón en las grandes tareas de la ciencia, la tecnología y las humanidades, que lo haga en el sentido de los más profundos principios culturales que elevan el espíritu humano. Chihuahua necesita esa universidad y ya es mucho el tiempo que se le ha privado de ese gran bien. Quisiera que el letargo no continúe con el oleaje incontenible que hasta ahora ha tenido. 

Cuando uno se pone de frente a los hechos duros, que rebasan por sí mismos la opinión que tengamos sobre ellos, no tenemos más que advertir que por las vísperas se sacan los días y que se va a recurrir al viejo librito, a las inveteradas rutinas, para que todo continúe igual. No me extrañaría, en lo más mínimo, que algún cuadro del viejo régimen imperante en Chihuahua lo apoltronen en la oficina central del edificio que algún tiempo albergó al Instituto Científico y Literario de Chihuahua. Ya hay presagios, la propuesta del rector para que Liz Aguilera -exsecretaria de la Función Pública de César Duarte- llegue al área de los derechos humanos internos de la universidad, es premonitoria de que se le está empedrando el camino a Mario Trevizo que, hasta ahora, ha evadido su responsabilidad como uno de los cuadros principales durante la tiranía del preso en Miami. 

El rectorado debe dejar de ser un ente viciado de poder, desde el poder mismo. Ahora se habla de que incluso se puede llegar a promover una reforma a la Ley Orgánica de la UACH para confeccionar un traje a la medida. Es dable conjeturar que el beneficiario sería el mismo Mario Trevizo.

No soy renuente a que se reforme la Ley Orgánica de la UACH, a condición de que se escuchara, en primer lugar, a la sociedad chihuahuense y sus ciudadanos, junto con la comunidad universitaria, para generar una ley que nos represente a todos en la visión de un proyecto público de educación de alto nivel. 

En concreto, descreo del corporativismo estrecho que ha reinado en los últimos años, en la que el sanedrín de directores, con todos sus intereses creados, inclinan la balanza en favor de uno para repartirse el pastel, es tiempo de apertura y creo que esta sólo puede llegar desde afuera del gobierno,  no sin él, ciertamente, pero marcando muy bien el valladar entre uno y otro espacio: el de poder político y el de la especificidad que debe tener una universidad para prodigar sus bienes en favor de una sociedad, de largo tiempo golpeada y excluida. 

No sólo los que están hoy adentro de la UACH tienen derechos. Pensarlo así es tanto como sostener que hay estamentos casi medievales. Afuera hay reserva social de la cual se puede echar mano para lo que sería la histórica empresa. Anoto dos nombres: a Chihuahua y a la UACH le vendría muy bien un rector como Víctor Orozco o Melchor Torres. De ello, no tengo dudas. 

7 de enero de 2022