La Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO) a lo largo del tiempo ha demostrado ser uno de los órganos políticos más inútiles que registra la historia contemporánea del país.
Surgido como un brazo de gobernadores “rebeldes” durante la Presidencia de Vicente Fox, no ha propiciado al menos dos cosas que debieran estar en su agenda primordial: un federalismo fiscal que cancele el colonialismo interno que preconiza la Ley de Coordinación Fiscal, y tampoco el respeto al Estado constitucional de derecho, ya que se trata de un órgano de facto que prohibe una disposición expresa de la Constitución General de la República.
Durante el gobierno de Javier Corral, Chihuahua se separó de la CONAGO. Obviamente nada pasó. Como nada alteró al federalismo mexicano, fundaron una alianza para oponerla al centralismo creciente de la Cuatroté. Y tampoco alteró mayormente las circunstancias adversas que se abaten sobre las entidades.
Ahora, y como una medida de recomodo político, algunos gobernadores aliancistas están regresando a la CONAGO. De hecho en la reciente reunión de Villahermosa, el único ausente fue el gobernador de Jalisco, y corre la versión de que no lo hizo por encontrarse de vacaciones. Ante esta situación, ya se puede hablar del regreso al mismo esquema de centralización de un órgano inútil para generar un espacio en el que los estados “dialogan” con el presidente de la república, voraz en cuanto a la concentración de poder que pretende y va logrando.
María Eugenia Campos desertó de la Alianza Federalista y regresa a la CONAGO sin mediar consulta alguna a la sociedad, ni al Congreso ni a su propio partido. Y refiero al partido porque en su declaración de principios postula tesis federalistas que para nada pueden inspirar la pertenencia a la CONAGO que hasta ahora no ha rendido ningún fruto del que se pueda enorgullecer.
En realidad esta maniobra no tiene mayor complicación, pues en buena medida se da en un esquema de las buenas relaciones que se quieren trabar con un presidente altamente centralizador. Significará, eso sí, muchos viajes, muchas selfies, mucha cortesanía, y nada más.
Mientras tanto, al federalismo le acechan tiempos nefastos.