columnista2-14jun2014

Pensar que lo que uno escribe y publica está por encima en la importancia de otros que escriben y publican (lo que decide el director, la empresa editorial o el editor de la sección) es, cuando menos un acto de vanidad, probablemente bienintencionada, pero no pasa de ahí. Un escritor rechazado, cuando es el caso, si bueno el tiempo lo dirá. Hay historias al respecto. Lo que no se vale es emborronar cuartillas para regodearse en la envidia “de la mala”, y esto es recomendable, mucho más, si los análisis de ciertos quejumbrosos se fincan en conjeturas de encontrar trasfondos, dobles intenciones, intrigas, complots y tantas y tantas telarañas que tienen efecto efímero y que para desgracia de los periódicos hechos en papel, los convierten en envoltorio del bofe en la carnicería; y si mucho, en cucuruchos para los cacahuates.