Seré breve: quien acaba de criticar a la llamada “clase media”, entre otras cosas por sus desplantes aspiracionistas, promueve ahora rifas de artículos, vehículos, bienes inmuebles de lujo y hasta un palco en el Estado Azteca. También se destaca un departamento en Acapulco con vista al mar, ubicado en una las zonas más exclusivas de ese puerto guerrerense que será gobernado por el macedonismo.

Quienes compren boletos para dicha rifa, ¿serán aspiracionistas?; y quien lo gane en el sorteo, ¿pasará a formar parte de esa clase media fifí (diría que media-alta en este caso) que tanto aborrece el presidente croupier? 

El presidente que menosprecia a la clase media promueve el ascenso aspiracionista del pueblo, y dado el nivel de los premios, un poco más arriba. Quién sabe si eso piense de su amigo, aspiracionista de abolengo, Carlos Slim. 

Después del 15 de septiembre, fecha emblemática para todos en el país, sean clase media o no, es posible que nazca un nuevo tipo de mexicano, cuya definición no me atrevo siquiera a imaginar, pero podría ser el que esté para entonces en condiciones de ser beneficiario del Disneytitlán que ya trae entre manos en la zona de Texcoco el habitante, nada austero, de Palacio Nacional.