Como dice la canción, vieja pero no olvidada: “Hipócrita, sencillamente hipócrita”. Así me parece la reunión convocada por Andrés Manuel López Obrador en el Palacio Nacional con los gobernadores para prometer abstinencia electoral, que no va más allá de jurar y perjurar que los ejecutivos, federales y estatales no intervendrán en los procesos de este año, en el que se renovarán un sinnúmero de importantes cargos, particularmente los que van a integrar la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
Y sí, fueron a fingir y a simular. Empezando por López Obrador, que es el jefe máximo de MORENA, que cuenta con partidos satélites y emplea políticas clientelares sin ton ni son; y, por otro lado, los gobernadores, que hacen hasta lo imposible porque sus cercanos continúen en los poderes: gubernaturas, diputaciones locales, presidencias municipales y, desde luego, hacerse de un manojo importante de legisladores federales.
Van dos ejemplos, uno nacional y el otro local: el presidente de la república, usando su facultad de nombramiento, nombró súper delegados en las entidades de la república, afianzando así sus posteriores decisiones de hacerlos candidatos a los gobiernos estatales, justo como sucedió aquí en Chihuahua, cuando el dedo índice presidencial de la mano derecha señaló a Juan Carlos Loera De la Rosa. Y así en otras entidades, con singularidad en el caso de Sonora, a donde se envió de procónsul a Alfonso Durazo, que mucho quedó a deber en materia de seguridad, ahora que la milicia es omnipotente.
La hipocresía aquí se llama Claudia Pavlovich, que tuvo a su cargo jilguerear, quizá con filosofía beltronista, que reafirmaba su compromiso de salvaguardar la legalidad del proceso electoral. Como López Obrador en todas sus acciones hace historia, hasta en aquellas que hace en privado, catalogó de parteaguas la reunión de los caciques.
En lo local, además, Javier Corral, un político ya muy desprestigiado en la capital de la república, por doble y mentiroso, quiso poner la nota discordante para ganar notoriedad, pero cuidó mucho de no irse a morder la lengua hasta cercenarla, máxime que es su instrumento de trabajo, político desde luego.
“Abogó” por la presencia del INE, cuando todo mundo sabe que aquí se embarcó en una riña intrapartidaria para imponer a Gustavo Madero en la gubernatura, ganándose el desprecio de buena parte del panismo (por eso hoy se cobija, él y sus adeptos, con la cobija naranja de Movimiento Ciudadano), practicando de paso esquemas de justicia selectiva, con la cual el tiro le va saliendo por la culata con María Eugenia Campos Galván.
Muy importante es destacar que esa reunión lopezobradorista y bajuna, por lo que se refiere a los gobernadores, es un apretón más de tuercas contra la autonomía del INE, que el presidente quiere ver extinta. Por eso el INE no fue invitado, cuando es, precisamente, el que ha de levantarse para defender las elecciones democráticas ajustadas a los principios de legalidad y certidumbre, entre otros.
Por eso digo: son hipócritas, sencillamente hipócritas.