Durante 2019 y los primeros meses de este aciago año, me di a la lectura de varios textos que anoté pertinentemente, y en preparación para la batalla que viene el año entrante, a saber se renovará la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión y, concurrentemente, habrá elecciones generales en Chihuahua, al finalizar el desastroso quinquenio del señor Javier Corral.

En esas lecturas figuró el libro En defensa de la Ilustración. Mucho me sirvió para hacer una valoración de los gobiernos populistas que se extienden por buena parte del planeta y al pasar de una hoja a otra, siempre advertí que Donald Trump era el destinatario de buena parte de las críticas. 

En esa obra hay una frase que no me dejó lugar a dudas y la cito textual: 

“Desde la década de 1960 se ha producido la quiebra de la confianza en las instituciones de la modernidad y la segunda década del siglo XXI ha asistido al surgimiento de movimientos populistas que rechazan abiertamente los ideales de la Ilustración. Son tribalistas en vez de cosmopolitas, autoritarios en lugar de democráticos, desdeñosos hacia los expertos en lugar de respetuosos hacia el conocimiento, y nostálgicos de un pasado idílico en lugar de esperanzados respecto de un futuro mejor. Pero esas reacciones no están confinadas en modo alguno al populismo político del siglo XXI (…) Lejos de surgir del pueblo o de canalizar la ira de los ignorantes, el desdén hacia la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso posee una larga tradición en la cultura intelectual y artística de las élites”. 

Pienso que en la elección actual y ante la catástrofe de la pandemia eso ha quedado más que demostrado y quizá –simple conjetura– por eso el fracaso electoral de los republicanos por conservar la presidencia de Estados Unidos, esa sí imperial de verdad. 

Por lo pronto aquí estamos envueltos en los humos que dispersa un manojo de hierbas.