Ayer se presentó en sociedad una nueva organización: “Sí, por México”. Con FRENAA compone el anverso y reverso de una misma moneda. No basta y esa es la lección del último momento de la modernidad: decir estar a favor de la democracia, la seguridad, la economía, la salud y la equidad de agendas de partidos y gobiernos. De tanto circular ese billete su papel se ha despedazado. No dudo que del ramillete de agrupaciones que forman Sí, por México haya las que profesan con sinceridad sus metas. 

Pero otra es la historia de los bosses, los magnates, los jefes, los que están detrás, los que han construido una acumulación exponencial de capital que corre en paralelo con la pobreza y el atraso proverbial de millones y millones de mexicanos. Desean regresar por sus fueros y sus nombres andan de boca en boca en las pequeñas comunidades, en los municipios, en los estados, en la república entera. Porque en cualquiera de esos lugares una cosa los distingue: practican y creen fervientemente en la ética del egoísmo. En buena medida hemos llegado hasta aquí por la irresponsabilidad de ellos. 

The bosses, son los mismos a los que Frankiln D. Roosevelt, al tomar la presidencia del poderoso país norteamericano, en medio de la crisis que arrancó en 1929 les dijo: “Lo único que conocen son las reglas de una generación de egoístas”.