La consolidación de una democracia avanzada no está a la vista. El país se mueve como la mula de noria: a vuelta y vuelta sin salir de un mismo punto. La tendencia de los poderosos se acrecienta a contrapelo de la ausencia de un Poder Judicial autónomo, independiente y garante de la constitucionalidad. Tres hechos se asoman ominosamente por la ventana: la reciente decisión de la Suprema Corte de realizar una consulta para determinar si se enjuicia o no a los expresidentes de la república, la reforma legal que viene para empalmar esa consulta con las elecciones de 2021, en particular la que se realizará para integrar la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, y pesada como un fardo de plomo, la autorización de tres partidos políticos que en realidad no le hacen bien al anhelo ciudadano y democrático que siempre navega en medio de tempestades en nuestro país.
Cuando el poder encargado de la legalidad y la constitucionalidad tuerce su camino para satisfacer al poder omnímodo y lo hace evadiendo el cumplimiento de la ley, da motivo para profunda preocupación por los tiempos que nos esperan. Hay una vieja polémica de la laxitud que puede haber para la admisión de más y más partidos políticos en las democracias del mundo; es un debate ya añejo. Hay democracias avanzadas que disponen requisitos fácilmente logrables para comparecer a la contienda. Se entiende esto sobre la base de la libertad asociativa de los ciudadanos para luchar por la representación en las esferas estatales. Hay otras democracias que se cierran más y disponen la existencia de pocos partidos garantizando las candidaturas independientes; sería el caso de las naciones donde reina el bipartidismo histórico, como lo vemos ahora en los Estados Unidos en la disputa que sostienen los demócratas contra los republicanos, estos últimos acaudillados por un enemigo del sistema democrático como Donald Trump, que ojalá sea derrotado para emblema de un 2020 que tan duro le ha jugado a ese país y a la humanidad entera. Lo digo como digresión: pues algo es algo.
Pero volvamos a nuestro tema que se contiene en unas notas sobre los “nuevos” tres partidos que fueron admitidos por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación a mediados de la semana pasada. A los que ya conocen los ciudadanos, por decirlo coloquialmente, se agregarán tres más que, dicho sea de paso, gravitarán sobre el presupuesto público producto de las contribuciones que todos pagamos. Si tiene uñas, agárrese porque ya llegaron Redes Sociales Progresistas (RSP) que preside Fernando González Sánchez, yerno de la cacique magisterial y cómplice de los desastres nacionales, Elba Esther Gordillo. También llega Partido Encuentro Solidario (PES) capitaneado por Hugo Eric Flores Cervantes, será un brazo de las confesiones evangélicas que actúan en el país. Y finalmente el de Pedro Haces Barba, denominado Fuerza Social México (FSM), que será un brazo del sindicalismo tradicional mexicano, que podemos caracterizar ya como actor jugando en favor de un nuevo sector obrero, en la visión que a estos se dio durante la dilatada era priista.
Al Tribunal Electoral, le importó nada la Constitución a la hora de resolver estos tres casos. Sus ojos están puestos en agradar al poder hegemónico. Y si la llamada Carta Magna se soslayó, la democracia y los ciudadanos que deben palpitar en su corazón le valió menos que un comino. Veamos: el artículo 35 de nuestra ley superior establece como prerrogativa del ciudadano “asociarse individual y libremente para tomar parte en forma pacífica en los asuntos políticos del país”. Esto significa que para formar una agrupación partidaria no debe obrar de ninguna manera mediación corporativa alguna. Casi es unánime el rechazo del corporativismo a la hora de conceptualizar la democracia como sistema político y nuestra historia es aleccionadora en más de un sentido si vemos esto en lo que fue el PRI y sus aparatos muy conocidos como la CTM de Fidel Velázquez, o la CNC, que surgió como obligada organización campesina por decreto gubernamental para pasar de ahí a parte integrante del PRI, con canonjías y privilegios que aquí en Chihuahua se pueden ejemplificar con un César Duarte que se hizo de diputaciones y una gubernatura por ser “campesino”, léase casi casi hijo de Heladio Ramírez o Beatriz Paredes. Las corporaciones aniquilan al ciudadano, nos hablan de una despreciable sociedad estamento, precontractual.
Pero eso el Tribunal Electoral no lo ve. Y por ende se les permite la arena política para que continúen agarrados de las cadenas del gordillismo, del charrismo sindical y del credo religioso del rebaño. El Tribunal, al resolver contra su complexión democrática de que lo dota la Constitución, dio un paso atrás en el camino de la consolidación del anhelado sistema. No necesitan apurarme mucho para decirles que se autorizaron tres partidos por el afecto que les tiene ya saben quién.
Mientras los ciudadanos no se decidan a tomar en sus manos la política, nuevas cadenas y grilletes empezarán a refrenar sus pasos. Si ya tenemos un PT y un Partido Verde que no representan nada sino la más pura degradación de la política, ahora súmele que ya hay tres piezas más que jugarán de peones en el tablero del poder, a la vez que serán instrumentos de los oportunistas de toda laya. Por ejemplo, cuando defenestren a Cruz Pérez Cuéllar –todo un maestro saltarín– puede ir allá con Pedro Haces Barba para que le abra las puertas de Fuerza Social México, aunque sepa que eso nada le garantiza la elección chihuahuense de 2021; pero dada su vocación de esquirol, no lo verá nada despreciable, pues sabe que esa forma de hacer política paga, y paga bien, como lo prueba su escaño senatorial. En igual sentido es probable que se lamente María Eugenia Campos Galván por no tener a la mano México Libre, de sus amigos Felipe y Margarita, como redes de apoyo cuando no logre asir el columpio que la pueda llevar a la candidatura del PAN.