Es previsible que las elecciones concurrentes de Chihuahua el próximo año se realicen en medio de una compleja coyuntura política que tiene todos o algunos de estos componentes: una sociedad altamente polarizada, factores externos como la posible consulta para encausar penalmente a los presidentes, la crisis económica jamás experimentada, con todas sus repercusiones sociales, la profunda crisis que aqueja a los partidos políticos, y el deseo, siempre presente y dominante, de que los privilegiados de toda la vida quieren jugar con sus mismas artes y con los actores típicos. 

Ninguna de estas características es una novedad para nadie, tampoco se presume como un descubrimiento. Lo que sí sería bueno resaltar es una lección obtenida de la práctica de la política comparada. De ahí nos viene una importante lección: no siempre resulta útil condenar lo que tenemos únicamente atrincherándose en ideales, frecuentemente irrealizables. Son importantes, sin duda, más cuando se convierten en una fuerza material dentro de la sociedad, lo cual sucede en muy contadas ocasiones. 

En esa perspectiva, empeñarse sólo en una crítica recurrente se ve, por los electores, como una crítica moralizante, pero nunca como la propuesta de una alternativa posible porque se puede alcanzar y realizar para aplicarla, eso sí con un compromiso muy sólido, a la solución de los grandes problemas que golpean a la población y que el año que entra van a cobrar característica de urgencia. 

Los hábitos que observamos en las plataformas de los partidos políticos con significación real en la entidad, demuestran que no tienen intención alguna de modificar viejas costumbres, y sí, en cambio, practicar el senderismo político con las mismas reglas, los mismo trucos, las mismas maniobras y los mismos intereses. 

Los enemigos complementarios, llamados PRI y PAN, están prácticamente devastados en la escena nacional y es dudoso que logren por sí mismos, aun unidos, las metas que no ha mucho veían totalmente logrables. Sin duda está más enfermo el PRI que el acomodaticio Partido Acción Nacional. Al primero lo mantiene en liquidación su historia, tanto nacional como local, siendo aquí donde encuentra los peores cuestionamientos como sus fraudes electorales reiterados y la proverbial corrupción de los últimos años. 

Al segundo también lo afecta su pasado, mucho más el reciente porque los costos que provocará el desastre corralista están ya endosados a la plataforma de candidatos que presente. No valdrá para superar esta situación decir que es otro equipo, que vendrán deslindados debidamente, porque es el PAN como una estructura cómplice la que estará en el blanco de la elección. No hay que olvidar que el enemigo a vencer es precisamente quien está en el poder y lo ha hecho de la peor forma imaginable, en un gobierno de compadres que se ofreció como “nuevo amanecer” para Chihuahua y que derivó en tiempos de tinieblas.

El PAN, por decirlo coloquialmente, no tiene derecho a repetir en Chihuahua, ni sus cartas Madero Muñoz y Campos Galván son los dotados para realizar los trabajos de Hércules que se implican en la elección futura. Les sobra dinero pero no alcanza para levantar plazas fundamentales como el municipio de Juárez, con un conglomerado electoral de alto nivel númerico y de una diversidad que ya es imposible que recuerden las antiguas hazañas.

MORENA es un partido colocado en una vitrina que lo muestra tal cual es: invertebrado, sin estructura social sólida, atenido al peso de su líder nacional que ya no representará las posibilidades del tsunami electoral de 2018, y carente de vinculaciones con el abigarrado conjunto de actores organizados que tratan de protegerse de su posible ascenso, tales como la jerarquía católica y sus grandes redes hacia la sociedad civil; el mundo empresarial, que sólo en sueños está contento con lo que pasa y está envuelto en lo que es ahora altamente pronosticable: la crítica a la crisis económica y los efectos de la pandemia, donde jugarán a ser la defensa de su gobierno federal, con el demérito de la gran inconformidad social que estará en presencia. Cierto que hay la pretensión de poner en marcha una consigna binaria para abrir una grieta entre los que estarían por el castigo futuro a los expresidentes, con lo que se pretende motivar una división y sustentar una larga hegemonía que causa divergencias profundas, hoy por hoy imprevisibles en sus consecuencias. 

2021, con esa política binaria, se puede convertir en el año de la profunda ingobernabilidad. La encuesta se debe hacer cargo del poder que se quiere llevar, ya no digamos a la aplicación de las normas del Estado de derecho, sino al patíbulo mismo. Es una apuesta difícil de medir en sus consecuencias y, a mi juicio, atendible desde ahora, a partir de poner en juego –para castigar las faltas de los expresidentes– toda la información que tiene el gobierno de López Obrador y la Fiscalía General de la República. Valiéndose esta de su autonomía, puede dar ya en los meses que vienen frutos tangibles si se abandona la idea de la espectacularidad de los juicios y si realmente se quiere ir al fondo de la aplicación del derecho, primándolo sobre la política. Quisiera pensar, hipotéticamente, que en diciembre estuviera sujeto a juicio Peña Nieto; eso sería mucho mejor que consultar si se le enjuicia o no por las faltas que todos sabemos cometió y que se exhiben con el desastre nacional que padecemos todos los mexicanos. 

Un gobierno constitucional, con una legitimidad como la de 2018, no tiene porqué someter a consulta las facultades en esta materia; es su deber hacerlo porque será la vara para saber si realmente se están rindiendo cuentas o simplemente se trata de burdas maniobras de tipo electoral. No hay que olvidar una estupenda afirmación de Bernard Manin: “Es el rendimiento de cuentas lo que ha constituido desde el principio el componente democrático de la representación”. 

A partir de esta idea es que se puede pensar en la generación de una gran coalición ciudadana para ir al rescate de Chihuahua, y digo rescate porque pienso en la inauguración de una administración hacia fines de 2021 capaz de  realizar una gestión directa al servicio de la sociedad, emancipándola de los viejos corporativismos, del régimen de privilegio que padecemos, reorientando los recursos a los que menos tienen y a los que padecerán los efectos de la pandemia, pero sobre todo sentando las bases para un diálogo transversal con la sociedad completa y sin prejuicios de ninguna índole. Una coalición de la que se marginarán los que son partidarios de lo caduco y lo viejo, los que han hecho del poder el arma de sus negocios, desde el poder mismo, desde las empresas o los partidos que no son algo más que una caterva de vividores. Hablo de compromiso democrático y de democracia avanzada, hablo de una nueva política hacendaria, no tan sólo de repartos pactados y de gobernantes que ya no sean nunca simples achichincles del presidente de la república. 

Que esto tiene mucho de ideal, no lo niego, pero más tiene de factible si creamos la gran convergencia para la gran batalla que genere una nueva alternativa para Chihuahua e ir a su rescate. Podemos encontrarnos, al final, con la conclusión de una historia y el inicio de otra, marcada por la primacía de la sociedad completa y la obligada rendición de cuentas, para que todos sepamos un estado de resultados que deje atrás la palabrería y la demagogia.