Emilio García Ruiz, tardío secretario de Seguridad Pública, nos ofreció que emplearía la inteligencia, pero hemos visto en su desempeño todo lo contrario. Todos los flagelos de la delincuencia continuan con cifras escalofriantes, y regiones del estado están al margen de la acción estatal a merced de las mafias. Pero la inteligencia no se deja ver ni sentir por ningún lado.
Para empezar su cargo es oneroso, subirlo a nivel de secretario es un desatino cuando el quinquenio ha fracasado prácticamente en todos los rubros. Pero la inteligencia puesta en marcha es ordinaria, como la compra de un vehículo blindado para protegerlo (¿de qué?). Es tan tragicómico que en su búsqueda de oficinas echa a los policías de donde estaban establecidos para poner la suya. Sí, leyó bien, poner su oficina. Y habrá que ver cómo la pone, no vaya a ser que la quiera lujosa y dotada de sofisticados aparatos que ni si quiera alcanzará a emplear cuando ya tenga que estar levantando su bártulos para irse con Corral a otra parte, si es que se lo lleva.
No se da cuenta el secretario, porque seguramente no transita por las calles de Chihuahua ni por sus comunidades, que es el hazmerreír, por aquello de haber ofrecido demasiado y no haber entregado nada, ni siquiera un famoso ratoncito como el que se narra en la fábula de El parto de los montes.
Todo lo anterior, lo puedo reconocer públicamente, está equivocado si por inteligencia estoy entendiendo lo correcto. Por lo pronto, a otro comensal con ese tamal y vale el ripio.