Qué difícil momento. Sin duda la pandemia es la prioridad que nos preocupa a todos, a unos más, a otros menos y desde luego no faltan los necios que lamentablemente no son pocos y desatienden las sencillas recomendaciones para contener al Coronavirus. Habrá quienes en la condición de abandono en la que se han encontrado, le tengan poco afecto a la vida y a su sentido profundo; entenderlo es difícil, pero hay que hacerlo. 

Pero el Covid-19 ha llegado mostrando que puede opacar, casi borrar de la escena, lo que podemos llamar la otra pandemia: los homicidios por ejecución ligados, por sólo señalar algunos rostros de esta tragedia, la delincuencia organizada, el narcotráfico, las mafias, el tráfico de armas. 

Los números de muertos son mucho más grandes que los que arroja la contingencia sanitaria. Se estima que son poco más de tres mil los que caen mensualmente por estos flagelos, más de los que se registraban en este mismo tiempo pero hace dos años. Ahora estos muertos no ocupan un espacio primordial, pero son, en el contexto general en el que se producen, una de las explicaciones del porqué el país se encuentra en la postración actual. 

Una nación de contrastes: médicos, enfermeras, paramédicos, todos los trabajadores de la salud arriesgando sus vidas para salvar las de otros. En el otro lado los adoradores de la muerte que constantemente matan y no hay nadie que los detenga, porque vivimos en la incuria y la impunidad. 

Es una obligación moral estar atentos del bosque, no tan sólo de los árboles, por siniestros que los muestre la epidemia.