En medio de la lucha contra la pandemia, Javier Corral convocó a lo que sería una inusual reunión en tiempos relativamente ordinarios. Porque pertenece a la clase política, invitó a los exgobernadores. Por razones más que obvias, Duarte estuvo ausente y veo remoto que se entregue a la justicia en tiempos que preludian el recuerdo del sacrificio de Jesús. Es católico, pero no tonto. 

De esa calidad asistieron Fernando Baeza Meléndez, recordando que 1986 es un simple detalle para los panistas; Patricio Martínez García, que inauguró la corrupción política en grande. Ellos dos, en un pasado no muy remoto, se retrataban con el tirano defenestrado en 2016, su compañero de armas y partido. Quizá Reyes Baeza Terrazas no asistió, así lo conjeturo, porque se sintió muy bien representado por el fundador de la antigua casa reinante.

De lo que no hay explicación plausible –y puede haberla– es del ausente Francisco Barrio Terrazas, el primer gobernador de patente panista que hubo por acá. Creo que faltó la pieza central para dar, hasta cierto punto, nivel a esa unidad buscada cupularmente. No descarto que Barrio tenga una justificación, de entre muchas. Pero quién lo sabe. 

También estuvieron dos empresarios de talla: uno de apellido Corral que jamás he tratado, y el otro, Samuel Kalisch Valdez, indiscutiblemente un hombre honrado y de bien. Lo digo porque lo conozco y, si me apuran un poco, es el único que me inspiró confianza, creo que también a todos los demás.

Dejo constancia de que es bienvenido, a esta hora aciaga, cualquier esfuerzo enderezado a salir de esta encrucijada.