Hoy el ingeniero Andrés Valles Valles, presidente de una unidad de usuarios de riego en uno de sus módulos, publicó a plana completa un desplegado que bien puedo sintetizarse en poco más de un confeti. No quiero decir con esto que no sean importantes sus palabras y las de 900 más, cuyo nombres no aparecen. Bastó que dijera que el ejército, en general las fuerzas armadas, de las cuales es comandante supremo el presidente de la república, debieran tener la atingencia de ceñirse, estrictamente, al rol que les marca la Constitución.
Siempre que de ahí se salen –y suelen hacerlo con frecuencia– quedan mal. Para decirlo con mayor precisión, su gloria no está dentro del Estado de derecho, si es que gloria tienen. El señor Valles Valles merece todo mi respeto y consideración, sus opiniones obedecen a la libertad que tiene para expresarse. Pero, salvo por los datos técnicos, el ramillete de alguno de los generales que menciona está lejos de la gloria a la que él nos remite. Lo primero que habría que rescatar, a mi juicio, es que esas obras de infraestructura en el sur del estado se hicieron con recursos públicos, y andar propalando a un “gran dador” que las realiza es continuar debilitando a la sociedad, sus ciudadanos, sus contribuyentes y desvirtuando el papel que el patrimonio público juega en todo esto.
Pero la publicación tiene otra lectura: muy pertinente. Es un coscorrón, de los ya muchos que le han dado, al presidente de la república para que no trastoque el papel de las fuerzas armadas en funciones que no le corresponden. Si bien la protesta pública no tiene porqué ser criminalizada, al menos cuando entre en conflicto lo más que piensa es que del otro lado puede encontrarse con policías que obedecen a un mando civil, no con soldados reales o disfrazados de Guardia Nacional. Por otra parte, es evidente que cuando se inoda al ejército en tareas que no le corresponden y se permite que sufra una y otra humillación, tarde o temprano se va a generar una crisis absolutamente innecesaria.
Son de las cosas que los soldados no soportan, el desplegado lo sopesa con moderación y prudencia cuando dice que los agricultores chihuahuenses tienen dolor, mucho dolor, por el hecho de estar enfrentando a las fuerzas armadas cuyo jefe es, hoy, López Obrador.
Esto lo digo porque soy de los pocos ciudadanos, y no lo presumo, que han pugnado por el apego a la constitucionalidad del ejército. En esa tarea he escuchado voces en el mismo sentido de un Baeza, Fernando, que hace poco más de diez años coincidió en ese criterio en un pronunciamiento público, aunque en su desempeño con responsabilidad pública no se haya movido ni un milímetro en ese sentido.
Del otro, llamado Reyes, qué decir: él nos trajo aquel general que dijo que para él la orden de aprehensión se llamaba marro, y convivió durante su mandato al lado del general Espitia, que avergonzó y deshonró al ejército en territorio chihuahuense.