Ambos son diputados federales, uno en ejercicio, otro con licencia, políticos mexicanos al fin. Se les nota que ambos se quedaron con ganas de disputar o debatir en la desprestigiada tribuna de San Lázaro, y ahora lo hacen acá en Chihuahua so pretexto del problema del agua del río Conchos. 

El morenista y hoy procónsul de parte de la Nueva Vizcaya, Carlos Loera, en síntesis lo acusó de andar agitando las aguas (políticas) con fines electorales hacia el 2021; el otro, en efecto, agitador en el conflicto, lo ha venido retando a un debate con motivo de que aquel planteó su desafuero o defenestración.

Un pleito que en realidad no ha podido subir al escenario porque está muy distante, por allá en las galerías, porque ni siquiera se ha dado en un palco para obtener mayor visibilidad. 

Y es que, en realidad, ni uno ni el otro han estado a la altura de las circunstancias, cada cual en sus respectivas esferas de responsabilidad pública. Razones sobran pero no seré yo el que tenga tiempo de reseñarlas ahora, no es el momento.

El reto es despojar al perdedor o al ganador de su máscara o cabellera, como se estila decir en la lucha libre. La duda que recorre algunos mentideros es si estos personajes tienen varias máscaras y varias cabelleras, porque los hechos claramente lo evidencian. Casi casi se dicen: “si me quitas la máscara tengo otra, a mí lo que me sobra es pelo”. 

Mario Mata quiere un debate público y en rueda de prensa. No se da cuenta, o parece que no se da cuenta, que en este momento no estamos para escenificar obras del género chico. Lo que debieran hacer es acogerse a ese refrán que dice: “cada chango a su mecate”, porque en estos tiempos de profunda crisis e incertidumbre se han de reducir a lo que realmente son y por lo que les pagan, que no es poco.