Un político improvisado, pero con ínfulas, suele cometer toda suerte de errores. Pienso en Carlos Tena Nevárez, que cogobierna con su esposa el municipio de Cuauhtémoc, que a su vez cogobierna Héctor Barraza Chávez a su regreso de la destrucción que orquestó del Partido de la Revolución Democrática. Errar es de humanos, dice la conseja que hace leve estas circunstancias. 

Pero hay un error tan garrafal que el más elemental sentido común aconseja no cometer: autocalificarse en riesgo sistemático de sufrir una agresión a su integridad física, del tamaño que sea, leve o grave. La razón es sencilla: se coloca en el tocadero o en la selva en que vivimos y que permite que cualquiera se sienta en condiciones de realizar una deleznable acción. 

En todo esto juega la impericia de disparar sus dardos contra actores de cuidado: políticamente, el gobernador Corral y su gente –que no creo que les interese tocarlo en ese sentido ni con el pétalo de una rosa–; el crimen organizado; los adversarios que surgen al calor de la “lucha social”; agentes policiacos coludidos con la delincuencia, porque entonces cualquiera puede consumar daños, en la incertidumbre que prohija la duda. 

El más pedestre protagonismo siempre va acompañado de la frase: “me han amenazado de muerte”, cosa que suele suceder también, pero hay que saber manejar ese tipo de situaciones, precisamente para conjurar peligros reales frente a simples baladronadas.

Tena piensa que San Andrés lo va a salvar de todo, pero es imposible que lo haga de sí mismo. Es lastimoso que MORENA tenga un alcalde como Carlos Tena en el tercer municipio más importante del estado, pero más lamentable es que no acote sus devaneos. Su afán de estar en primera plana, así sea al altísimo costo de ponerse en el blanco, se puede tornar en su desgracia. Pero el señor no comprende que es un alcalde. Y sólo eso.