El profesor Miguel Ángel González dejó la militancia en el anquilosado partido tricolor, antifaz de por medio, para seguir en ese mundo que se llama Panal (Partido Nueva Alianza) que nada le envidia al PRI.

Quiero decir que ahora es un priísta turquesa desde su médula espinal hasta la máscara del adefesio llamado “Ciudadano 17”, con el que escenifica –a falta de discursos– en el cuadrilátero a través de la lucha libre, convirtiéndola en una insoportable chabacanería sólo digna de figurar en el museo de los adefesios de la política local.

Da vergüenza ajena, al igual que su recurrente pregunta: ¿dónde estoy y con quién? Como si fuera muy conocido y estimado, al igual que las personas con que se compincha. ¿Quién lo puede olvidar como un activo de los exgobernadores Patricio Martínez (al que aduló como diputado local), Reyes Baeza Terrazas y el tirano Duarte?

Su práctica electoral con la que quiere conquistar el voto para ser, otra vez, diputado local, ha puesto de manifiesto la mala calidad de los alumnos que se separan del PRI, pero sobre todo ha exhibido la miseria de lo que esta gente entiende por hacer política y pretender un escaño. Quizá no sabe esa frase del dominio público que dice: “Para ser luchador, primero hay que parecerlo”.

Mucho menos va a entender lo que dijo Arturo Rivera, mejor conocido como “El rudo” en el mundo de la lucha libre: “El que nace marrano, muere cochino”. Para llegar a esa conclusión no hizo falta que al profesor le dieran una patada voladora, le aplicaran la quebradora o alguna de esas llaves que hicieron famosas El Santo, Blue Demon, El Cavernario Galindo, La Parka, entre otros que acostumbraron o acostumbran subir al ring para hacer y parecer luchadores. Es cierto que el cuadrilátero parece trochil, pero no es.