La señorita María Eugenia Campos Galván y Alejandro Domínguez aparecen hoy en dos periódicos de circulación nacional y en relación a temas vinculados a la corrupción política. En efecto, Enrique Aranda, de Excélsior, dedica unas líneas al asunto y El Universal comenta el caso en su breve columna Kiosko y Raúl Rodríguez aborda editorialmente el tema. Desde luego, los textos se enmarcan en la coyuntura político-electoral nacional y, de alguna manera, en la pretensión de posicionar la idea de que en materia de corrupción todos son iguales.

No se trata de textos que se adentren en las profundidades del caso, que indiscutiblemente se debe esclarecer en los tribunales chihuahuenses, con estricto apego a la ley. Llama la atención que Enrique Aranda denomine a Javier Corral un “anayista plus”, a la vez que refiera que en Chihuahua hay “vientos de ingobernabilidad”, todo esto como telón de fondo para tratar el tema de la confrontación Campos-Domínguez.

Kiosko habla de una “ayudita” a Campos Galván de parte de Duarte y Jaime Herrera, aunque le exige a Domínguez “papelitos” que hablen y documenten claramente el asunto. Finalmente, para Raúl Rodríguez se trata de un tema en el que el panismo sale salpicado por las corruptelas de Duarte durante el tiempo en el que el dueto Campos-Jáuregui Moreno (indebidamente el articulista lo confunde con Jáuregui Robles) eran amos y mandones de la minoría panista en el Congreso local que tanto favoreció la impunidad de César Duarte, como aquí, localmente, se sabe. Insisto, los artículos no tienen la hondura que el caso amerita, pero sí contribuyen a posicionar el tema a escala nacional y en los círculos del poder político de la capital de la república, que tanto les preocupa a los miembros VIP de la clase política chihuahuense de todos los colores.

Pienso que sea cual sea el desenlace de este escándalo, el mismo debe llegar a los tribunales para que de manera breve y contundente se le dé a cada quien lo suyo. El escándalo, por otro lado y a juicio del que esto escribe, sí es de corrupción, de complicidades, de deshonestidad y, como lo he dicho y ahora lo reitero, de un conocimiento preciso del señor Javier Corral Jurado.