Cuando Ricardo Yañez –el recluso duartista otrora consentido de la señora Gordillo– huyó despavorido y al punto del infarto para sustraerse del brazo de la justicia penal, jamás pensó que ese hecho quedaría en vergüenza menor que la que significará su próxima liberación. Así es la nota roja leída a contrario sensu: mucho aspaviento al principio, tersura al final.

Entre el punto de arranque y el de llegada muchas cosas se ponen a prueba: la ley que hay que aplicar, la catadura de los jueces, la calidad de los abogados defensores, el dinero para arreglar, las conexiones de poder, las amistades y hasta el “operativo piedad” que impulsó Javier Garfio para poder pasar la navidad en casa. Al final del día, se puede aplicar la máxima popular de que hay mucho ruido y pocas nueces. Es la historia de la justicia en México, especialmente cuando se involucra a funcionarios públicos corruptos.

Y no puede ser de otra manera: la corrupción es un cemento poderoso con el que se aglutina la clase en el poder. Siempre me ha gustado citar lo que pensaba Hitler al respecto, cuando habló de una “amalgama especial: gangsterismo, delincuencia y terror político”. Se trata de una conversación con uno de sus cercanos en la que el Führer reconoció “como algo positivo (…) de la capa dominante, porque ello obligaba a sus componentes, cuando sus corrupciones se descubrían, a prestar una obediencia incondicional. También este motivo desempeña importante papel, como es natural en la corrupción hoy dominante. Cuando se desenmascara públicamente uno de estos casos de corrupción, se revela que desde hacía mucho tiempo gran número de gentes iniciadas en el secreto, pero que tenían sus razones para callarse. Pero los enlaces transversales con el mundo gangsteril tienen, además, la ventaja política de que, en casos difíciles, se cuenta siempre (con) una reserva para lo que en guerra queda encuadrado en la disciplina militar”. Cambiando lo que haya que cambiar, fue la táctica duartista que aplicó –con las lecciones del PRI– el tirano Duarte.

Pero esto tiene aplicación, también, cuando los corruptos caídos en desgracia –como el engreído Ricardo Yañez– buscan su liberación de la cárcel para dedicarse cuanto antes a disfrutar de los muchos millones que se llevaron en sus alforjas; al fin que no están preocupados de su biografía futura, sino de las herencias y legados que le dejarán a sus sucesores, que con las lágrimas en los ojos las recibirán pensando que una injusta desviación de la justicia infligió un castigo a un hombre de la patria. Este es el esquema que significa que la justicia malhecha no sirve para nada.

En el caso que me ocupa, ya hace tiempo se habla de colusión de un funcionario actual (Maclovio Murillo) para que Yañez y otros sean liberados en poco tiempo. Froylán Castañeda en su columna dice que esto debe ser tomado con las reservas del caso. Recordando el ripio del Brindis del Bohemio (también llamado del Bromuro): “siento por esta vez no complaceros”, pues ni reservas al caso le pongo: poderoso caballero es don dinero.