Se fue como llegó. México con Raúl Cervantes Andrade quedó igual en materia de corrupción e impunidad: intactas las lacras, o aún mejor dicho: aumentadas. Se trata del procurador en el cual Javier Corral Jurado confió para que sacara adelante la extradición del correlón César Duarte. Tan precarias son las instituciones de justicia en el país que hoy vamos a estrenar el cuarto funcionario titular en ese importante brazo del Estado. Pero no solo: también se posterga por razones de Estado el nombramiento del fiscal general de la república, detrás del cual siempre viene la burla a los derechos de los ciudadanos y el pueblo en general.

Todo a la medida de la clase política peñanietista y sus asociados. Ojalá y Cervantes nos salude a nunca vuelvas, ojalá no lo reediten después de las elecciones de 2018 como el fiscal que envenene a la república. Todo puede suceder, aunque sólo un triunfo del PRI podría garantizar el retorno del engreído.

El caso César Duarte jugó un papel importante en la procuraduría de Cervantes: de alguna manera contribuyó a ponerle algunas justificadas piedras en el camino en su vertiginosa carrera en el poder. Se sabe de su facciosidad por haber sido abogado principal del PRI y por su compadrazgo con César Duarte, al que protegió, de principio a fin, durante su encargo conferido por Peña Nieto.

La PGR de Cervantes operó como un dique para contener el ineludible, tarde o temprano, ejercicio de la acción penal contra el tirano chihuahuense. No importó ni el derecho, ni la política electoral que repudió al ballezano, para que en acatamiento del deber constitucional se turnara a un tribunal competente la causa penal abierta por el que esto escribe el 23 de septiembre del 2014.

Para Cervantes primero estuvo la razón del propio partido, salvaguardar al PRI y, desde luego, también la actitud de Javier Corral que se desentendió de un compromiso ciudadano con esa causa y la envió a su almacén del ostracismo, o mejor dicho de la amnesia que padecen los que no tienen más asidero que pertenecer a una clase política que todo lo somete a la lógica del “hacia adentro”, en una visión criolla del totalitarismo: todo dentro del Estado, nada fuera de él. O sea: los ciudadanos son muy importantes como para darles entrada a la política contra la corrupción y la impunidad.

Hoy, este día 17 de octubre y ante un Juez de Distrito en materia penal con residencia en la Ciudad de México, combatimos un estropicio del corrupto fiscal depuesto. Tuvo la desmesura (chicana de por medio) de negar el acto que le reclamamos de obstruir la justicia –no consignando el expediente César Duarte y Jaime Herrera– y que a más de tres años no realiza la consignación correspondiente.

El cómplice Cervantes sabe que esa batalla judicial la tiene perdida el Estado por razones elementales, pero fue tal su aferramiento para mantener la impunidad de los corruptos de Chihuahua que recurrió a la mentira soez, estrafalaria, de negar una averiguación que está en su oficina y que no la quiere ver porque probablemente le quema las manos a él y a su jefe Peña Nieto.

Hoy, este día, presentamos el alegato con argumentos contundentes en el Juzgado de Distrito. Nos veremos obligados a padecer el anuncio de enésima audiencia constitucional, que no se realiza hasta ahora precisamente por las malas prácticas que estos funcionarios aplican para que sus compañeros de partidos continúen como intocables. Pero seguro estoy que el brazo de la justicia los va alcanzar, mañana o pasado mañana, pero los alcanzará, porque como dijo el intelectual Zolá: la verdad está en marcha y nada la detendrá.

Adiós Raúl Cervantes; nos saludas a nunca vuelvas. México te detesta.