A decir de los acontecimientos, se puede considerar que la muerte del exjefe de escoltas del exgobernandor José Reyes Baeza, Saul Hernández, deja hoy más preguntas que respuestas. Hasta el martes pasado el cuerpo del también extitular de la desaparecida CIPOL estaba siendo auscultado por los servicios periciales del C-4. Por supuesto no se habían determinado las causas de su muerte, a pesar de que los medios de información desde el domingo en que ocurrieron los hechos afuera de un OXXO ubicado cerca de su residencia, ya prácticamente habían sancionado el caso como un acto de suicidio.

Es destacada la conjetura recogida por una columna política popular entre los informativos digitales: “Ayer circuló la versión de que se dio el balazo con la mano derecha en el lado izquierdo de la cabeza y que además presenta golpes en varias partes del cuerpo…”.

Empero, si el C-4 no descarta por ello mismo un homicidio, las dudas son compartidas por una comunidad expectante de ese y otros actos violentos que mancharon la semana de sangre a lo largo y ancho de la entidad. La misteriosa muerte de Saúl Hernández ha dividido opiniones, pero lo que nadie olvida, o casi nadie, es que en algún momento al entonces jefe de la CIPOL, en el sexenio antepasado, se le vinculó a la delincuencia organizada.

Son las autoridades, la Fiscalía, los servicios periciales, y quién sabe cuántas instituciones más salpicadas, las que deban responder con certeza y expedita suficiencia a las preguntas que mantienen un velo sobre una verdad que no ha salido al aire.