La conmemoración del Día Internacional de la Mujer en Chihuahua es de larga data. Es un lugar común asociarlo a un origen progresista y consecuencia de un acuerdo de la Segunda Internacional Socialista en repudio al sacrificio de mujeres dada las pésimas condiciones en las que se sacrificaban para la obtención de un salario en una época de capitalismo salvaje. El mismo origen tiene el Primero de Mayo para las luchas obreras. Es una historia muy sabida como para reseñarla una vez más.

De lo que sé, el 8 de Marzo se empezó a señalar a principios de la década de los sesenta del siglo pasado en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chihuahua, formalmente autónoma a partir de 1968. Un grupo de mujeres rescató de la historia la efeméride y fue abriéndole un espacio, a la par de un incipiente feminismo que en muy buena medida lo que buscó fue visibilizar a la mujer en los diversos ámbitos de la vida social y en especial en el académico y la búsqueda de una carrera profesional. Eran los tiempos en los que las mujeres se contaban con los dedos de una mano en cada escuela superior, situación que hoy se ha revertido por la gran presencia femenina en los centros de educación.

Al 8 de Marzo se asociaba, en un paquete nada extraño para la época, el socialismo, el liberalismo de corte jacobino y la reivindicación de figuras señeras en el ámbito nacional e internacional: en el primero, el elenco del panteón de las heroínas mexicanas; en el segundo, lucían Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin. Eran años de búsqueda de definiciones desde el ámbito de la juventud y ya inmersos en las expresiones de la contracultura en la que el rock cobró centralidad, la revolución sexual se demostraba en todo el mundo y el empleo de la píldora anticonceptiva le ganaba batallas al Vaticano.

En un ambiente de tolerancia no se padecía la condena de las autoridades universitarias y, por el contrario, se veía con gusto y benevolencia la deliberación en torno a esta agenda, que empezó por reclamar que en las organizaciones de alumnos hubiera una secretaría de acción femenil, no pocas veces ocupada por un varón. Aún no se hablaba de equidad de género, mucho menos de su perspectiva, pero el embrión ya estaba ahí. En el argot de la época primaba la idea de las garantías individuales ante la ausencia total de lo que ahora se conoce como la visión derechohumanista que ha ganado todos los escenarios.

El 8 de Marzo llegó de manera lenta a alcanzar el rango que hoy tiene. En los últimos años, en el ámbito local se inició el proceso llamado de institucionalización, con todas las desventajas y muy pocas de las ventajas antiguas. Este proceso se distingue por un apoderamiento de las instituciones gubernamentales de la fecha y su significado.

En ese plano el significado se va convirtiendo en una nebulosa y el día en una ocasión más de festividad, de retórica, de discursos vacíos y de cooptación. Fenómeno parecido al del 1 de Mayo que grotescamente se ha convertido en una fecha al servicio del capital y el gobierno. Si a esto le sumamos los procesos de privatización de la política asociados a la vitalidad de sesgo ong, los financiamientos, de todo tipo, ya tenemos el cuadro completo. En particular me preocupa el reblandecimiento que caracteriza al proceso quitándole el filo original a la historia del 8 de Marzo, sin que descarte, para nada la posibilidad de alianzas o convergencias para fines específicos.

En realidad hoy se usa un discurso tan amplio, tan amplio, que se supone que las organizaciones más disímbolas y aun contradictorias se pueden dar la mano olvidando el bagaje que caracteriza a las diversas expresiones. De ahí que vemos a gobernantes 100 por ciento patriarcales pronunciando sus discursos prototípicos del 10 de Mayo o alianzas que pensándose en los derechos se olvidan de su esencia y sobre todo de cómo se obtuvieron, en qué gestas y con que adversario. Entiendo que el movimiento de la mujeres puede ser transversal a toda la sociedad, pero no por ello omiso a los deslindes necesarios que se refieren a un sinnúmero de reivindicaciones que sí demarcan fronteras.

En este ámbito debe mover a reflexión el grave problema que significa empobrecer el movimiento social de las mujeres, producto de la migración de sus figuras centrales hacia los cargos públicos en la administración, más cuando se abandona completamente el posicionamiento frente a los graves problemas que continúan prácticamente intocados, como lo es el acrecentamiento del femenicidio, de la pobreza que tiene rostro de mujer y es aguda cuando étnica, la violencia hacia las mujeres en todas sus expresiones, la discriminación en todos los ámbitos: del cultural al religioso, del económico al laboral y a saber todo lo que tiene que ver en el ámbito familiar que se oculta tras la muralla de la sacrosanta vida privada.

Soy de los que piensan que se debe hacer un alto en el camino para poner los puntos sobre las íes y concito especialmente a las mujeres para que inicien una deliberación fecunda en esta materia, pues nada sería más trágico al respecto que lo que significa que el 8 de Marzo se reduzca a una fecha en el calendario cívico de los gobiernos patriarcales y conservadores.

En otras palabras hacer la reelectura de un antes y un después de este día que en más de un sentido es presagio de la primavera de los tiempos.

Ojalá.