El influyente periodista mexicano, Jorge Ramos Ávalos, publicó en Miami –y luego se reprodujo en muchos países de habla hispana– un sintético artículo que responde a la pregunta Cómo tumbaron al presidente, al de Guatemala, por supuesto. Sus respuestas tienen pertinencia si las trasladamos a nuestra realidad (Peña Nieto, Videgaray, Duarte Jáquez, etc.), puntualizando lo que nos dice el periodista, formado profesionalmente aquí en México y despreciado por Televisa, lo que lo orilló a ir en busca de trabajo a los Estados Unidos, donde actualmente un programa para Univisión. Recapitulemos:

1. Guatemala, en materia de combate a la corrupción y la impunidad, le dio una gran lección a México.

2. El régimen de Enrique Peña Nieto se autoinvestiga a través del hombre de los rizos, Virgilio Andrade.

3. La caída del presidente guatemalteco, Otto Pérez Molina, no se explica sin la presencia de los indignados guatemaltecos, que en cantidad de miles se manifestaron pacífica y disciplinadamente en las plazas y en las calles, lo que orilló a la caída del alto funcionario y de su suplente, Roxana Baldetti.

4. La caída se produjo porque las investigaciones fueron lideradas por un organismo internacional, lo que habla de que la justicia y rendición de cuentas internas no funcionó, como no funcionan en México.

5. Fue definitiva la intervención de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) a la cabeza de la cual está Iván Velázquez, “… el hombre que tumbó al presidente de Guatemala”, según afirmación de Ramos Ávalos.

6. La CICIG se creó por un acuerdo entre la ONU y el propio gobierno de Guatemala.

7. El propio Iván Velázquez dice que una intervención como la suya en Guatemala dependería de un convenio firmado entre nuestro país y el secretario general de Naciones Unidas.

8. Para Velázquez, la gran ventaja de la CICIG es su absoluta independencia, “no tener nexos con ningún factor de poder, dentro o fuera del estado; eso garantiza que pueda producir investigaciones más independientes y de mayor profundidad”.

9. Si Peña Nieto no tiene nada qué ocultar, ¿por qué no le pide a Naciones Unidas que haga una investigación?

10. Para el periodista, si México quisiera seguir el gran ejemplo guatemalteco, podría como país recuperar la confianza de los mexicanos.

11. ¿Qué significa el éxito? Iván Velázquez lo dice claramente: “el éxito hay que medirlo en la desarticulación de las estructuras criminales que existen en Guatemala y que desafortunadamente existen también en muchos países de latinoamérica.

12. En esta apretada síntesis, hay una pregunta clave del periodista mexicano: ¿Quién se atreve a invitar a Iván Velázquez a México?

Hasta aquí el resumen. Me permito realizar estos comentarios: no es cierto, como lo dicen algunos “izquierdistas”, que el gobierno de Guatemala cayó por un designio del imperio norteamericano. Cayó porque hay una sociedad en movimiento que se comprometió con un profundo cambio de ruta, que ojalá logre consolidarse. Nada sucede como por arte de magia, y en México, mientras no haya esos “indignados” debidamente articulados, los peñanietos, los videgaray y los duarte continuarán imperturbables en sus posiciones. De ahí la importancia de la lucha de Unión Ciudadana, que es de las primeras en el país que trasciende a la calle y pone en primer lugar de la agenda la lucha anticorrupción, desligada de un proyecto de poder como lo hacen otros, particularmente desde posiciones político-partidarias.

Obviamente que México no tiene un convenio con nadie, ni con la ONU, para que opere aquí una CICIG, o para que venga un Iván Velázquez a tumbar a los corruptos. Sin nacionalismos trasnochados, habría que afirmar que en la materia que me ocupa, lo que no hagamos los mexicanos por nosotros mismos, no lo hará nadie, y que cualquier intervención de un organismo internacional con alta autoridad moral sólo podrá llegar a México cuando la sociedad mexicana trascienda la esfera privada de la inconformidad para trocarla en una justa cívica. No es el caso sacar moralejas de ninguna índole a partir del artículo periodístico en comentario, pero obviamente que la lucidez con la que plantea sus conclusiones, arroja luz sobre nuestros grandes problemas que se emblematizan, dramáticamente, con la desaparición de los 43 de Ayotzinapa, las casasblancas, los bancosprogreso, y toda esa red en la que la política queda convertida en un ejercicio de delincuencia.

 

 

 

Por algo le dicen “Atraco” Ramírez

 

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El gobernador perredista de Morelos, Graco Ramírez, salió en defensa del Ejército mexicano. Para él, que en principio debiera tener una posición diferente frente a las fuerzas armadas, la tarea es quedar bien, sin contradicción ni problema alguno, con los institutos castrenses, por más que la historia vaya en una ruta que desmiente sus palabras. Se trata de una postura oportunista, que pretende revestir de autoridad moral a las instituciones manchadas en no pocas partes del país, más allá de si estas encuadran o no en el delito de genocidio.

Graco Ramírez, quien es hijo de Graco Ramírez Garrido Alvarado, miembro del Escuadrón 201 durante la Segunda Guerra Mundial, y también hermano del General José Domingo Ramírez Garrido Abreu, parece privilegiar más sus lazos de parentesco y sangre que su compromiso y responsabilidad en un asunto que, si bien es cierto en torno al cual puede y tiene todo el derecho a opinar, no cae en el ámbito de su competencia. Interpreto las declaraciones del prominente miembro de la tribu de Los Chuchos del PRD, como un servicio a Peña Nieto, ahora que se ha dado a conocer el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) sobre Ayotzinapa, y en el que precisamente se involucra a los militares. Por algo a este oscuro personaje de la política mexicana se le conoce como Atraco Ramírez.