Los informes que rinden los gobernantes, los legisladores, los rectores y en general cualquiera que monta una tribuna para hablar de la cosa pública, se han convertido, en paquete, en actos meramente rutinarios, ceremoniales, cosméticos y vacíos. No sirven para nada.

Si eso vale en general, en particular y tratándose de la legislatura local actual de Chihuahua, casi se convierte en un axioma matemático. Pasará a los anales del diario de los debates como la peor desde que se fundó el estado de Chihuahua. Y es paradójico que teniendo a un gobernante puramente parlamentario –habla, habla y habla– suceda todo esto, pues ha puesto de rodillas al Congreso Local, empezando por su bancada y continuando con las demás. 

Ahora resulta que para oír un informe sobre la nada, se congregarán todas las tribus panistas incluido el defecto de gabinete, para vestir de rock stars a los mediocres, que actuarán sobre tablados con luces indirectas y se pasearán dejando la tribuna desocupada en símbolo de que jamás han ocupado alguna con dignidad. 

Escenografía nada barata, porque al desgobernador le gusta mucho esta parafernalia. Huele a ese tango que dice: a media luz los besos, a media luz los dos.