Olga Sánchez Cordero junto con Arturo Saldívar —ambos exministros de la Suprema Corte— serán el dueto memorable de dos esquiroles que se traicionaron a sí mismos y de paso, a esta república que vive uno de los momentos más preocupantes de la historia contemporánea.
Son juristas que renunciaron a las nuevas visiones del derecho y se comprometieron con la autocracia. Pero ambos son simuladores y hasta donde pueden traidores hasta con sus compromisos recientes, en particular la señora Sánchez Cordero que ha vivido en el privilegio que de los dientes para fuera critican la cuatroté en la persona de los ministros actuales.
Esta columna desea salud y larga vida a la señora Olga Sánchez Cordero. Que del hospital en que se encuentra salga blindada de salud y se reintegre a su cargo legislativo después de que haya pasado toda la truculencia con la que se está procesando la reforma judicial.
Pero así como le deseo larga vida, me parece altamente sospechoso que sus malestares cardiacos le hayan sobre venido tan a modo para que no tenga que exhibirse levantando su mano en señal de voto aprobatorio de los dictados de su amadísimo jefe, el tabasqueño López Obrador. Y sumarse a una aberrante reforma judicial.
En tiempos no muy lejanos los senadores y diputados traidores, a la hora de las votaciones comprometedoras, se desplazaban al sanitario y ahí permanecías recluidos mientras se decidían las iniciativas. Otros inventaban misiones especiales. La señora Sánchez Cordero quizás aprovechó viejo percance cardiaco y se escondió. Campante regresará después y ojalá lo haga pronto y sana. Pero ya evadió la responsabilidad, justificada o injustificadamente. No es la primera vez.
Sin querer queriendo, el senador priista por Coahuila Miguel Riquelme, al que se le practicó un cateterismo que lo relevaría de presentarse a votar, exhibe fotos donde está hospitalizado y al parecer invita a que la señora Sánchez Cordero demuestre que su mal es verdadero y por ende justificada su ausencia, en otras palabras que presente fotos. Dudo que lo haga, que miseria.