Se anunció que el presidente López Obrador y la presidenta electa Claudia Sheinbaum realizarán juntos y de la mano una gira por todos los estados de la república, magnificando el triunfo electoral de MORENA y sus satélites partidarios. Se trata de un recorrido que tocará, en primera fase, la región en la que el PRI reporta cierta vitalidad y de ahí continuará por otros rumbos.
Es un signo ominoso porque lanza el mensaje de un continuismo inadmisible, y muestra que se quiere sopesar que sea permanente. Pudiera pensarse que se trata de un adiós y una bienvenida, pero realmente solo esto último admitiría el paseo de corte populista y en solitario por la electa.
Para decir adiós los medios son más pertinentes, pero parece que no es de lo que se trata y eso está perdurando fuertemente la coyuntura poselectoral, más cuando se quiere trastocar la división de poderes que dispone la Constitución.
Se entiende que la Sheinbaum no haya hecho deslindes durante la etapa de campaña, lo que no queda claro es el porqué de esta pretensión de tutelaje que se exhibirá en estas semanas de manera innecesaria. Los mítines quedaron atrás.
El narcisismo presidencial se está convirtiendo en una desafío para todos, incluida la recién electa.
Será tema de la coyuntura que se abrió. Seguiremos abordándolo.