Jaime García Chávez

“Ismo”. cuando una palabra termina con este sufijo de dos sílabas, se piensa que se trata de una doctrina estructurada. Mas no es así la regla. Se entiende que cuando se habla de cristianismo, marxismo y socialismo, por ejemplo, es correcta esta significación. Pero no es infrecuente que se le emplee con el sentido de usos, costumbres, estilos y frecuentemente desviaciones en tareas de la más diversa índole.

Por esa vertiente se desliza la casta de la gobernadora Maru Campos a la que he catalogado e irreverentemente bautizado, como la fundadora del “maruquismo”, término que empieza a circular en el argot político de Chihuahua y que se puede extender como terminajo en las denominaciones que surgen frecuentemente en el habla política y popular en el país, sumándose a términos como foxismo, calderonismo, corralismo, peñismo y agrégue usted a la lista lo que quiera.

A petición de algunos lectores de mis columnas, tanto simpatizantes como adversarios, se me ha emplazado para que lo defina, lo que ahora hago con esta entrega.

El PAN, fundado por Manuel Gómez Morín a fines de la década de los años 30, se propuso como proyecto demoliberal, abanderar la oposición al partido oficial que surgió como hegemónico en la era de institucionalización de la Revolución mexicana y que duró décadas para ser defenestrado. Era tan difícil la conquista de la democracia que la visión que se tuvo para lograrla, así sea en su condición germinal actual, que se catalogó por los panistas como un andar en una especie de “brega de eternidad”. En tal sentido, los místicos de la democracia se arroparon en una pureza casi virginal que hacía imposible todo acercamiento con el PRI, representante de lo diabólico en la visión católica e interesada de los padres fundadores del PAN.

Pero todo cambió luego de la nacionalización de la banca y particularmente del proceso de liberalización, accidentado por cierto, y entonces aquel PAN inició las concertacesiones mediante las cuales se hizo de gubernaturas estatales en la etapa de Carlos Salinas. 1988 le restó al PAN pasión por la democracia. Aspiraba esta organización a moldear un bipartidismo mediante el cual, de tiempo en tiempo y con el mismo proyecto económico neoliberal alternarse en los poderes.

Concretando, aunque de casta le viene ser de derecha a la gobernadora, gran parte de su praxis política la dio en la lejanía del doctrinarismo panista. Se adhirió a la realpolitik, más generosa en dividendos. Muy pronto se hizo diputada federal en la legislatura electa en 2006 y ahí, como legionaria o cruzada, formó parte de la barrera que se propuso privar a López Obrador de su posible triunfo. Su ruta empezó con esta marca y sus grandes vínculos con Felipe Calderón, su esposa Margarita, Creel, Mouriño, por solo mencionar algunos personajes. Ingresó a la clase política en calidad de profesional ya con algunos años enclavada en el presupuesto.

La realpolitik define lo que es el maruquismo y aquí sus rasgos: al poder hay que llegar si es necesario empleando malas artes, en ese contexto fue claro que durante la tiranía de César Duarte se postró al panismo de Chihuahua en la complicidad y colaboración casi absoluta con la corrupción. Ese panismo y la entonces diputada permaneció en calma y con los ojos tapados ante el saqueo duartista, en particular la hoy gobernadora ubicada en la comisión legislativa que controla la Auditoría Superior, prácticamente no hizo nada, simulando que algo hacía cuando en realidad era obsecuente con lo que pasaba. Participó del golpe al Poder Judicial denunciado por Francisco Barrio durante la fundación de Unión Ciudadana a cambio de las 30 monedas que llevan por nombre Luis Villegas Montes y Rafael Quintana, convirtiéndolos en una especie de magistrados “pluris” en el Tribunal Superior.

Ya en la alcaldía de la ciudad de Chihuahua, convirtió la institución en una palanca partidaria para seguir ascendiendo, lo que el PAN fundacional decía detestar. A la hora que tropezó con sus problemas de corrupción, aún impunes, no dudó en emplear su poder para autodecretar su propia impunidad para desvincularse procesalmemte de su propia causa penal.

Preciso, en concreto, las notas esenciales del concepto maruquismo: política de marca azul en apariencia pero esencialmente con los mismos contenidos con los que el PRI ha gobernado al país y al estado, conculcando la libertad de prensa hoy sumida en la verdad oficial y pagada vía chayote, caciquismo en el municipio de Chihuahua donde Marco Bonilla es alcalde de papel. Congreso servil y Poder Judicial entregado en la figura de Miriam Hernandez y para completar el cuadro las ansias de novillera para figurar en el parloteo por la presidencia de la república de la que nos vino a hablar el cínico Santiago Creel.

Eso y más es maruquismo. Pero hay algo que le da su esencia: y es la alianza real y electoral para llegar al poder en un turbio mazacote que incluyó en 2021 a un PRI declinante y a un PRD de caricatura.

Maruquismo es vestirse de azul y ser tricolor en los hechos y convertir el Palacio de Gobierno de Chihuahua en un cómodo condominio de la partidocracia y valerse de la narrativa propia de la picaresca de culpar al pasado de todo y sobrevivir en el día a día mediante el engaño.

Eso era pecado para los padres fundadores, hoy es la virtud que se corrompió. Agua que se estancó y entró en proceso de putrefacción.

4 de marzo de 2022.