Sostengo que no son vacaciones. Ciertamente la suspensión de clases coincide con las futuras y largas vacaciones de primavera, pero ni así se puede estimar que el mes que empieza a correr alcance la reputación de vacaciones, de descanso, de holganza, de retribución a un esfuerzo hecho con antelación. 

Serán días de sacrificio y disciplina para encarar una situación difícil por la que pasa el planeta. Así, entonces, de lo que se habla es de prepararse para un esfuerzo superlativo, doloroso y de penurias en muchos casos. Quiero pensar en los hogares donde el desayuno de los niños y niñas sólo es posible desde las escuelas en funcionamiento, pero lejos está esto de ser el único problema. 

En un país como el nuestro, decir vacaciones es prácticamente sostener el abandonarse sin alternativas para una larga temporada desde centros vacacionales importantes hasta simples sitios para el descanso. Ahora no se trata de eso, se trata de algo más importante y vital. Y nada más.