Después de la gran crisis de 1929, provocada entre otras causas de relieve por el desbordamiento de la corrupción capitalista en los Estados Unidos, se acuñó por los demócratas la consigna de separar los negocios privados de los negocios públicos. Franklin D. Roosevelt le hizo frente  a esa profunda adversidad instrumentando fronteras que demarcaran un espacio del otro. En su circunstancia fue fecunda esa política para salir del crack y, a la postre, poder vertebrar la lucha victoriosa de los aliados contra el nazismo. Se tomaron decisiones profundas y se ejercieron con gran voluntad política.

Entre nosotros, por la pesada herencia del patrimonialismo, no se ha podido realizar esta separación sin la cual son imposibles otras metas, entre ellas una democracia que aniquile el privilegio excluyente de quienes tienen el poder económico y además aspiran a tener también el cetro entre sus manos o su empleo en el propio beneficio. Existen formas sofisticadas de hacerlo sin que se note, porque tras bambalinas y en agencias informales se traban los compromisos, luego se les reviste con un barniz de legalidad. 

Pero también existen las formas burdas, en ocasiones cínicas, porque los propios gobernantes se ponen en la vitrina, como lo hace Javier Corral cuando camina sobre el green o asiste a las vendimias de los nuevos viticultores. Quizá lo más grotesco es cuando se reclutan altos funcionarios precisamente entre integrantes de las élites económicas, o entre profesionales que tienen vínculos de representación indiscutible. En fin, quienes recurren a lo burdo, aunque muestren torpeza y falta de inteligencia, al menos evidencian dónde están sus filias y sus intereses.

Es el caso de la señora Alejandra De la Vega, nombrada para ocupar la cartera de Economía que en automático la colocó en el conflicto de intereses, dado que lo suyo, lo suyo, son los negocios no el servicio público. Dejo constancia de que respeto su dedicación a la industria y comercio, a la promoción de acrecentar una herencia que soporta la expansión de los negocios de la familia. De “la familia”, acostumbra decir ella con cierto saborcillo a la literatura de Mario Puzo.

Corral llegó al cargo que hoy detenta con un espíritu ciudadano que propaló a lo largo de su campaña, pero una vez instalado con el poder lo que hizo fue constituir un gobierno al más puro estilo partidocrático, repartiendo los cargos por interés, o entre sus amigos incondicionales. En Alejandra De la Vega brilló el interés por encima de todo. Y así como en su momento y para igual cargo Francisco Barrio designó a Enrique Terrazas, Corral hizo lo propio al nombrar a un integrante de la élite económica fronteriza. Despreció que en Chihuahua hay hombres y mujeres de valía expertos en esa materia y con vocación de Estado; pero no son acaudalados y no tienen derecho de picaporte en los grandes bancos ni en las decadentes corporaciones patronales que deben desaparecer para dar paso a nuevos esquemas de participación empresarial que liquiden el caciquismo corporativo que tanto daño han hecho al país.

En un gobierno democrático –no lo tenemos en Chihuahua– se pueden crear instituciones fuertes por su anclaje en el interés público, políticas sólidas cuando se creen intereses públicos ampliamente compartidos transversalmente por la sociedad. Pero si al integrar un gobierno se nombra a los del privilegio económico, está claro que se desprecia al resto de la sociedad, que se desalienta y empieza por descreer de las engañifas retóricas. 

Si se hiciera una encuesta profesional preguntando hacia dónde inclina sus afanes Alejandra De la Vega, muy pocos dudarían de que “su familia” está primero. Esa es la miga de la controversia por la comercialización de la gasolina en la frontera a la que se adosa su relación matrimonial con un petrolero tejano y, para mayores datos, afecto al Partido Republicano. En las cafeterías de Juárez vox populi dice que Corral la considera con picaporte en Washington y eso favorece su proyecto de poder.

En medio del escándalo se han hecho patentes los excesos: Corral defendiéndola públicamente, cuando lo que le sobra a la señora es dinero para pagar abogados y comunicadores y hacerlo por sí misma. Pero no paran ahí, las oficinas de comunicación también hacen la apología y acusan de agresores a otras empresas gasolineras, y la misma señora De la Vega, a través de las benditas redes sociales, sale al público a “dar la cara” con un discurso que denota ignorancia de lo que significa el capital como relación social y su importancia preponderante en las cosas de Estado y de gobierno. 

Que si el asunto es federal y no estatal, que si la protección civil, esto o aquello, y hasta hace una deplorable defensa de la libre competencia y el mercado abierto tan abstracta que se presenta como abanderada de ambos postulados sin decir que está en el mundo preeminente de los negocios por una herencia que tiene historia, que se comenta en todas las cantinas, que se vincula a los años 20 y a la prostitución y los gángster, y que precisamente esos negocios se convirtieron en la llave para estar donde está, por la miopía de un traidor a los intereses ciudadanos. Es la misma historia, quizá con otros giros, de los políticos –empresarios– que aquí comento, y que dicho sea de paso, tienen una larguísima historia de entendimiento con el priísmo y sus corporaciones.

Algo más: no se dan cuenta estos gobernantes de que al frente del Estado no hay que colocar a los que sólo tienen intereses individuales porque son de muy poco alcance y contribuyen a erosionar instituciones de por sí débiles, cuando de lo que se trata es de decisiones de largo aliento que no puede dictar una mentalidad que sólo asoma al propio cortijo.

Es inexcusable que la base ética de las buenas instituciones democráticas se arraiga en las necesidades comunes de los hombres y las mujeres, de la generalidad de la sociedad. Cuando no es así lo que reina y gobierna es el interés de unos cuantos, y ya sabemos lo que pasa cuando esto se reitera.

Aquí recojo enseñanzas que hasta el mismísimo pensamiento conservador suscribe; por eso hasta llama la atención que el gobernante panista sea invidente con la doctrina que está en la esencia de su pensamiento, su desinterés por las grandes causas de Chihuahua. 

Por eso en 2021 le debemos decir adiós al PAN y good bye a la heredera que con sólida base material se envuelve en la bandera de la libre empresa.