Como moribundo, el PRI aún resuella. El precario jefe de la fracción parlamentaria del PRI en el Congreso de Chihuahua, siguiendo pautas nacionales, presentó una iniciativa de reforma constitucional para que se instaure en el estado de Chihuahua la segunda vuelta electoral aplicable, de llegar a prosperar, en la elección de gobernador del estado a la conclusión del quinquenio actual en 2021. 

Llama la atención que este partido, antaño enemigo de toda herramienta electoral democratizadora ahora quiera vestirse con ropajes que en realidad no le van bien por su absoluta ausencia de autoridad moral para sustentarla. Pero como dice el Apocalipsis, “vendrán cosas peores”.

La segunda vuelta se presenta hoy como una muestra del oportunismo extremo al que puede llegar un partido tradicionalmente adverso a la democratización. Impensable que hubiera recurrido a ella hace menos años que los dedos que tiene una mano. Ahora lo que pretende Omar Bazán –dicho sea de paso, buscador de la candidatura por su partido– es tener más baraja en su mesa, mejores cartas para seguir en un baile en el que medrar del poder público es el apotegma principal. Habrá que seguir el curso de la iniciativa, su procesamiento hablará, sólo en parte, de cómo se encarará el proceso electoral del año entrante. Lo que es previsible lo veo en las antípodas: un PAN a la baja que podría ser afecto a darle curso a la iniciativa y un partido como MORENA que estaría aspirando a ser la primera mayoría así fuera con un tercio o un cuarto mayor. Lo que de suyo hace complejo cualquier pronóstico. 

La segunda vuelta es una herramienta que algunas democracias avanzadas tienen en su haber legislativo para perfeccionar la legitimidad, la representación, la construcción de consensos y la edificación de gobiernos en sociedades electoralmente divididas. Por eso ha sido exitosa. En el fondo lo que pretende resolver es lo siguiente: si ninguno de los contendientes obtiene una mayoría superior al 50% más uno, o no se despega el primer lugar del segundo en equis cantidad de votos, ambos compadecen en un plazo determinado a una nueva consulta electoral que busca la reconsideración del voto ciudadano, la construcción de coaliciones y un resultado indubitable de quien ganó, dando confianza al proceso electivo, algo de lo que han carecido las elecciones en el país durante muchos años. De ahí que teóricamente la propuesta parecería inobjetable. La realidad aquí, sin embargo, marcha por otro lado, pues se trata de una propuesta de reforma a modo.

Evidentemente los que pugnan por la obtención del poder, y más si ya lo tienen, como es el caso de Chihuahua, buscarán conservarlo así sea con una precaria mayoría. Aquí el PAN buscará triunfar colocándose en el primer lugar de las preferencias, así sea con un treinta y tantos por ciento de los votos. A contrapelo de esto, quienes están conscientes de que son una minoría buscarían una segunda oportunidad y sobre todo coaligarse con partidos minoritarios que ya en conjunto les podrían granjear el éxito. A botepronto, quienes han valorado así las cosas, consideran que la propuesta del priísta es, en esencia, un todos contra MORENA o, porque no decirlo, una segunda oportunidad para un todos contra el PAN, al fin y al cabo que el perfil de MORENA tiende a confundirse con el viejo partido hegemónico. 

De todo esto el tiempo se encargará de disiparlo. Probablemente la iniciativa, más en esta etapa gélida del año, llegue ya congelada al departamento correspondiente del Congreso y venga el consabido “aquí no ha pasado nada”. Ya veremos. 

Mientras esto sucede y sin ser noticia en la cotidianidad, el proceso por el poder en Chihuahua marcha de manera constante. En el PAN las patadas bajo la mesa son abundantes. María Eugenia Campos, en entrevista radiofónica, le mandó el mensaje a Javier Corral de que dejen de pelear y formen un frente compacto con ella a la cabeza. Recordó la película “Los dos papas” con la evidencia de que para bailar tango se necesitan dos personas. Quizás olvidó que Corral tiene vocación de argentino y que le basta elevarse a la cima de su orgullo para suicidarse, pues sus afanes maderistas no los abandona y sus nexos con los dueños de Chihuahua se acrecientan, evidenciado esto ahora que un gerente de los negocios de Eloy Vallina ha pasado a ser gerente, perdón, coordinador de gabinete, en eso que se llama “administración pública estatal”. En otras palabras, la oligarquía busca la franquicia partidaria para que todo siga igual en Chihuahua y el PAN es de sus favoritos. 

A su vez MORENA oscila entre liderazgos de poca monta, para fines de triunfo electoral y el deseo de algunos de que haya un centralazo que coloque a Rafael Espino como candidato, con todos los riesgos que esto implica en una entidad que le hace ascos a esa forma de hacer política. En todo caso, MORENA tiene que trabajar a marchas forzadas para constituirse como partido, vertebrarse como organización, estar más presente en la vida colectiva de Chihuahua y sus problemas, porque si bien es cierto que como marca partidaria tiene cierta preponderancia, la misma con candidatos mediocres o segundones no logrará sus objetivos, haciéndose cargo de que ya el carisma de López Obrador no estará presente físicamente en la papeleta electoral. Solos por el mundo no se atina a aventurar un pronóstico cierto, sobre todo si este lo dicta un triunfalismo ingenuo. 

Por el lado de las formaciones partidarias menores en cuanto a su peso electoral, hay una especie de ingeniería política para acoplarlas, entregándolas a manos que sólo las pondrán en sintonía para que los intereses creados prevalezcan en Chihuahua. Sería el caso de Movimiento Ciudadano, que al dar entrada a Hortencia Aragón –destructora convicta del PRD– está cimentando las bases de su fracaso, yendo por una ruta que no es la que se está experimentando en otras partes del país con resultados favorables a ese partido, más allá de las antipatías o simpatías que genere. 

Por el lado de los independientes no hay más lugar que para una, aunque los pretendientes sean dos y no se les vea dispuestos a conciliar. Pero hay dos aspectos que no se deben perder de vista: de una parte la inocultable tendencia a vincularse con el PRI o los expriístas, lo que haría la llevada y traída independencia algo más que una simple caricatura; y la otra, ineludible, que de facto tendrían que tomar la forma de un partido político porque se necesitan 67 planillas para los municipios, 67 candidaturas a síndicos y toda la planilla de legisladores locales, a lo que hay que agregar la concurrencia de la elección federal de diputados, aspecto neurálgico para la viabilidad de la llamada Cuatroté. En la reciente formación del colectivo ciudadano, además hay un síndrome llamado “encuesta”: el temor de Cabada de perderla frente a Marco Adán Quezada, por lo cual los viejos hábitos de hacer política de estos personajes tienen un obstáculo montañezco enfrente. 

Así las cosas, la iniciativa priísta a la que dio rostro Omar Bazán y su decadente partido navegará en mar proceloso, por oportunista, porque nadie acepta ya que los autoritarios del pasado generen confianza sólo porque escriben unas cuantas cuartillas con una propuesta de avanzada, pero no en sus manos. Menos tratándose de que esas manos son las de un pillo corrupto.