Javier Corral afirmó que no votará en el plebiscito, ni aquí en Chihuahua ni en Juárez. Hace la apología o defensa del remiso, del desobligado, del que piensa que permaneciendo al margen adopta la mejor aptitud. Obvio que está equivocado; pero no solo: en el fondo muestra su verdadero rostro, ya que formó parte de la legislatura que reformó la Constitución para establecer las formas de participación ciudadana como el plebiscito y el referéndum, entre otras. Ahora se niega a darles existencia cívica sin sustento argumental, sin embargo no lo puede tener salvo su capricho, o por tratarse de una decisión que se toma en domingo y se le atraviese alguna carrera o algún paseo por el green

Si solo se tratase de un capricho, como muchos pueden tenerlo, estaría colocado en el terreno de lo intrascendente. Pero no es así. Es cierto que el artículo 21, en su fracción I dispone que es derecho de los ciudadanos participar en los procesos plebiscitarios, también lo es que no se trata de un simple deber sin sanción; es más complejo el problema, puesto que tal actitud puede conducir, según el artículo 23 de la propia Constitución, a esta circunstancia: que a Corral se le suspenda el ejercicio de sus derechos ciudadanos por la falta de cumplimiento, sin justificación, de sus deberes de ciudadano. 

Y como no hay causa que justifique el anuncio de que no votará, eso puede conducir, por pequeño que parezca, a que se inicie el proceso de su destitución. 

El capricho y la falta de formación jurídica nos lleva al encuentro de estas desvencijadas actitudes de quien un día, o dos, se comprometió con la ciudadanía para luego traicionarla.