El PAN padece de autismo. Cuando todos pudieran pensar que a los 80 años de edad ganó experiencia, tanto de la adversidad como de la prosperidad propias, lo vemos con una enorme dificultad para comunicarse, interactuar, relacionarse hacia afuera, y por ende hacia el interior. El síndrome de sus obsesiones y sus comportamientos repetitivos no dejan lugar a dudas del trastorno que lo agobia. 

El domingo 22 de septiembre, en el Magazine de El Heraldo de Chihuahua, y con motivo de su jubileo, se le dedicaron diez páginas completas que disuaden hasta a los lectores más intrépidos y esforzados. Se les “dio” tribuna a Javier Corral, a Francisco Barrio, a María Eugenia Campos, al pillo Gustavo Elizondo, a Guillermo Luján Peña, a Rocío Reza, sobresaliendo don Catarino Olivas Lara con sus anécdotas históricas y su visualizable distancia de las grescas partidarias. 

Javier Corral, recordando el etéreo espíritu de Batopilas, casi se disfraza de cruzado para ir al rescate de la esencia del PAN, al que ve como una “institución” que naturalmente puede ser la mejor alternativa frente a lo que está viviendo el país en torno del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. 

Fiel a su egotismo, la entrevista que ofrece Corral versa sobre su biografía y casi nos dice que un día, camino de Damasco, un rayo azul y la imagen de Luis H. Álvarez primero lo cegaron y luego le iluminaron la ruta hacia una verdad que se ha concretado en diputaciones plurinominales, senadurías, y una gubernatura que, si nos atenemos a sus dichos, le llegó exclusivamente gracias a esa experiencia casi divina. Se siente que no es de este mundo, pero la realidad, el entorno, las vastas luchas del pasado son nada comparados con esa revelación.

Francisco Barrio retoma la narrativa y sus luchas de los años ochenta y el triunfo de 1992 que lo llevó a la gubernatura de Chihuahua, la segunda obtenida por el PAN en el país, después de Ruffo Appel en Baja California. Su visión también es interiorista, al igual que las de Elizondo y Luján Peña, aunque este último al menos introdujo elementos de divertimento, graciosos en verdad. 

Historiografía panista y una tarea de Morín.

La alcaldesa de Chihuahua, María Eugenia Campos, dio la clave mayor de este autismo y sin tapujos declaró: “Existe la necesidad de volver a interiorizar (sic) lo que son los valores de Acción Nacional…”, para luego repetir, como usual cantinela, el programa de la derecha, que no es otro que la defensa de valores de una axiología sin ribetes que se apalancan en los conceptos de la vida y la familia, es decir, de la agenda ultraconservadora y de una iglesia vaticana ultramontana, preconciliar. En realidad sólo le faltó que la entrevista fuese en latín weckmaniano. 

De Rocío Reza, la presidenta estatal del PAN, sabemos hoy que le gusta montar a caballo.

Los héroes y los caudillos son los mismos, al parecer no hay otros: un Manuel Gómez Morín, que seguro estoy ni se lee ni se comprende estructuralmente en el partido, y un Luis H. Álvarez que se ha convertido en el “santo laico” en el que todos queman incienso, pero se olvidan de momentos esenciales de su vida, como aquel 1956 cuando ganó la gubernatura a Teófilo Borunda y le fue birlada por el dragón priísta. Para ellos la historia inició en 1983, en la etapa de la post expropiación bancaria. En otras palabras, para estos próceres entrevistados en el 80 aniversario del PAN, la historia empezó con ellos. Y no hay nada más autista que un intento de hablar solo ante el espejo, como lo haría la bruja narcisista del cuento de Blancanieves.

Meditando sobre esto, porque he de decir que leí y subrayé las entrevistas por estricta disciplina, la respuesta la encontré en una librería de viejo. Afecto a coleccionar folletinería política del país, la que sea y de donde provenga, hallé los libros de antigua biblioteca de algún conservador chihuahuense ya de salida, cuando por la poca importancia que se les concede, dejaron de cubrir su función, así fuese de adorno en el estante. Incluso uno de los libros llevaba anexa la propia tarjeta de Gómez Morín, una joyita histórica que pasó inadvertida para su antiguo poseedor.

El PAN envejeció y los últimos que le dieron aliento, los llamados “neopanistas”, también. Ya ni Batman.