Eso pasa cuando eres ignorante del derecho, cuando te ostentas como abogado o pasaste de largo por la escuela. Agregue cada quien las otras posibilidades, a mi esas me bastan. Ayer, flanqueado a su siniestra –como debe ser– por Armando Cabada, al que se le puso la cara más cuadrada de lo habitual, y del adorno que representa el secretario general del gobierno del estado, Javier Corral Jurado pretendió salir al paso de un escándalo inmobiliario que se le atribuye periodísticamente y que es digno de pasar a una rigurosa investigación y una sentencia esclarecedora, sea cual sea el resultado, ya que en esto no es correcto adelantar vísperas. 

Abonándole a su proverbial odio al periodismo que le es desafecto, y por ende a los periodistas, lo único que hizo fue lo que le sucede a quienes se mueven en un pantano: hundirse más. Y es que la realidad del hoyo de la gubernatura, que no del golf, ya no saldrá bien.

Aquí voy al dislate del licenciado panista: dijo que la operación inmobiliaria que lo puso furibundo y retórico “fue además celebrada ante notario público”. Cuando pronunció la frase lo hizo con gesto de que quien juega  póker y baja sobre el fieltro verde una quintilla de ases. 

Olvidó el abogado que él, precisamente él, es el titular de la fe pública y que los notarios públicos únicamente la expenden –bastante cara por cierto– por delegación del gobernante mediante la expedición de una especie de patente, en ocasiones de corso. 

No es poca cosa cuando la ignorancia se apodera del sentido de las que se suponen pruebas contundentes y fehacientes.