Javier Corral Jurado, parece ser, está esperando que el edificio de cantera del Palacio de Gobierno se le caiga encima, y todavía persistir en la incuria que se significa por el crecimiento de la violencia en el estado de Chihuahua y las muertes por ejecución que asuelan tanto las ciudades como el medio rural. Secuestros y retenes de la delincuencia a la luz del Sol y prácticamente a media hora de la capital, son muestras claras de este mismo fenómeno. 

A esa obstinación se suma especialmente el mantener en sus cargos al fiscal general César Augusto Peniche Espejel y al seudo policía Óscar Aparicio Avendaño. Hay un clamor generalizado en todo el territorio de que estos pájaros de cuenta deben irse, pero las vendimias vallinistas, el golf y las tareas banales de Corral, no le permiten voltear para abajo, y cuando lo hace es para emplear la policía contra maestros reclamantes de prestaciones. Esa es la instantánea que se le tomó ayer al gobierno fracasado de Chihuahua.

Se necesita un resurgimiento cívico para poner las cosas en orden. Como Jericó, dar vueltas y vueltas por el amurallado palacio al son de cálida música hasta que los muros se derrumben.