Cuando ni el estado ni el gobierno funcionan, los ciudadanos, la gente de a pie, toman en sus manos la soluciones de las tareas abandonadas, sea cual sea la causa de ese abandono. 

El secuestro de enésimo menonita en la región que tiene por núcleo la ciudad de Cuauhtémoc denota, sobradamente, que los mandos encargados de la tarea de la seguridad pública simplemente no sirven y que lo recomendable sería destituir a César Augusto Peniche y a Óscar Aparicio Avendaño, el primero, fiscal; el segundo, policía. 

Corral, lejos de tomar el toro por los cuernos, asume actitudes absolutamente erráticas, palos de ciego a diestra y siniestra y entre tanto reina la inseguridad. 

A tal grado ha llegado esto que los dolientes de la delincuencia, en este caso del secuestro, prefieren ya emprender la tarea por sí mismos, lo que significa que al estado corralista ya no le ven viabilidad alguna. 

Y cómo no: Corral gusta de la vida social al lado de Vallina, sus vinos y sus viñedos, ser el gran prometedor de obras para las cuales ni el tiempo ni los recursos le alcanzarán, aparte de la exclusión que practicó en este reparto que hoy es simple palabra vacía, y el tiempo que le queda libre y no obstante su conservadurismo, se dedica, con sentido esquizofrénico, a aplaudir a López Obrador y luego a combatirlo por si mismo o a través de su prensa comprada. 

La comunidad menonita, casi con un siglo de asentamiento en el estado, es pujante por sus bríos en materia económica y contra ellos se ceba la delincuencia y el gobierno ve las cosas desde la barrera, no asume su responsabilidad y, con terquedad, mantiene dos cabezas en ese sector de la administración pública que simple y sencillamente no sirven para maldita la cosa, como dice la gente del campo. 

Hemos llegado a una situación en la que no hay más alternativa que la de deponer al gobierno actual, pero para eso se necesita acción cívica, audacia y mucho trabajo. Sin izquierda es difícil proponerse la tarea. 

Es de lamentar que en una circunstancia como la descrita, los diputados de MORENA se peleen por una presidencia en el Congreso que no tiene, como diría Arturo de Córdova, la menor importancia. O cabe la pregunta: ¿les gusta el ceremonial y andar como floreros al lado de un gobernador mediocre?