A Cruz Pérez Cuellar –flamante, saltimbanqui y oportunista senador por MORENA– no se le mira ni con telescopio en evento cultural alguno, ni de pintura ni de música, ni de danza ni de teatro. Simplemente esas actividades parecen no estar en su agenda. 

Sin embargo, cuando de defender la “obra” de su padrino César Duarte, ahí pasa lista de presente –¡oh! contradicción– para alabar, así sea indirectamente, una adefésica escultura de Francisco Villa que Mario Vázquez Raña (por algo será, si fue dueño de los soles y los heraldos) donó al tirano para su mayor gloria y padecimiento de los parralenses. Ciertamente no de todos, porque en estos gustos se rompen géneros, como convicciones, en el caso de Pérez Cuellar, que de panista traicionó a su partido, se brincó al duartismo, de ahí a Movimiento Ciudadano y hoy morenista en calidad de mientras, porque hinchará sus velas con la traición cuando se le ofrezcan mejores oportunidades para su ambición de poder personal. 

La escultura en cuestión, polémica de suyo, se le pretende defender ahora como patrimonio cultural, que aún no lo es; pero eso poco importa cuando se quiere agitar desde el Senado para que el INAH intervenga en la recuperación del lugar original de la escultura, que si por mi fuera, la vendería por kilos en Kalisch Chatarra. 

En todo esto debe prevalecer la decisión que ya tomó el ayuntamiento de Parral, en primer lugar porque tiene las facultades legales en su demarcación territorial; en segundo, porque sería en el devenir el recuerdo de una tiranía que tuvo el despropósito expreso de César Duarte de autoconsiderarse como una reencarnación del famoso jefe de la División del Norte. 

El historiador Jesús Vargas Valdés ya ha levantado su autorizada voz en esta materia, con sentido crítico y conocimiento. Ha de ser escuchado. 

Es de lamentar, y en realidad no tanto, que Ricardo Monreal Ávila, el que en 1997 propuso un golpe de estado en la Cámara de Diputados, se sume al punto de acuerdo presentado por Pérez Cuellar. Monreal tiene antecedentes no muy lejanos de sus despropósitos culturales: con el pretexto de aplicar permisos especiales, fue el que, en persona, protagónicamente, siendo entonces delegado de esa demarcación capitalina, casi echa a perder el rodaje de Roma, la ahora conocidísima cinta de Alfonso Cuarón. 

Habrá que decirle, hoy y mañana, que está bueno el encaje pero no tan ancho, y que si tiene apadrinado a Pérez Cuellar no ha de ser en perjuicio de Chihuahua y de su historia reciente. Estaremos pendientes.