No me detendré en los orígenes del remoquete con el que se identifica desde hace mucho tiempo al licenciado Gustavo De la Rosa Hickerson. Hoy, el legendario lugar que dio origen al sobrenombre se tornó del nombre “Pichú» y, por ignorancia, Pichuy. “Pero eso no tiene la menor importancia”, como diría el celebrado actor Arturo de Córdova. 

Va una anécdota: cuando transitaba junto con De la Rosa por la Avenida Universidad de Chihuahua hacia la Plaza de Armas a un histórico mitin contra el sanguinario gobernador Óscar Flores Sánchez, buscábamos una frase impactante para su discurso del que iba a ser un orador central. Como aún corrían tiempos rulfianos, le recomendé: “Ya mataron a la perra, pero quedan los perritos”, creo tomada del “Llano en llamas” y, llegado el momento y en tono de eficaz agitador, la lanzó al aire electrizando a los asistentes al mitin de 1972. Eran los tiempos en los que corrió la sangre de Diego Lucero y Avelina Gallegos, entre otros. Eran los tiempos cuando había una izquierda consistente y ajena por entero a toda transacción que significara puestos, cooptaciones o canonjías. 

Pasa el tiempo y de acuerdo a la Ley de Heráclito, todo cambió. Hoy el afamado Pichú actúa como un hombre del poder: es diputado local con licencia y se le ve aquí y allá en Ciudad Juárez con su nueva charola del poder en ristre. Es natural que así sea cuando los proyectos de poder se asoman a la ventana. 

Pero hay algo extraño. A la licencia como diputado local propietario, sobrevino el informal nombramiento de asesor de su propio suplente, con el que comparte al 50% la dieta. Tuvo la decencia de no ocultar el arreglo y lo hizo público en entrevista periodística. 

Que esto es indebido, salta a la vista. Que esto niega al hombre que fue, también. Y que esto se haga a la sombra del paraguas de un proyecto que dice transformar históricamente al país es cinismo, cretinismo, para matizar. 

Sin ponerme filosófico, atrás en las tinieblas quedó el deber, robespierrano a veces, y llegó el mezquino ser que todo lo aniquila. 

Que le sea leve.