Cuando menos en tres ocasiones significativas Porfirio Muñoz Ledo ha marcado una visión crítica con relación al lopezobradorismo. La primera, cuando se tomó posesión de la Presidencia y definió el carácter de su liderazgo, algunos lo tomaron a elogio equivocadamente. 

La segunda, cuando examinó el resultado de las elecciones recientes y enfatizó su saldo negativo para la democracia. La tercera, la del día, se produjo durante la entrevista a René Delgado, el periodista estrella de Reforma con motivo de las negociaciones con Washington al frente de las cuales estuvo el canciller Marcelo Ebrard. 

Para no inducir prejuicios, por separado reproduzco la entrevista y me quedo con la afirmación de que la migración es un derecho humano y no se puede negociar con la carne humana de ningún migrante. 

A Muñoz Ledo hay que reconocerle su callo político, sobre todo en asuntos  internacionales. Le critican su vejez, que su voz ya está cascada, que goza de placeres humanos como lo hacen millones, pero todas esas críticas no sirven a la lógica del entendimiento, mejor debieran pensar que más sabe el diablo por viejo que por diablo. 

Al igual que en los años 80, le toca el mérito a Muñoz Ledo de abrir la crítica del poder establecido ahora.