En menos de tres días se ha palpado la ineficacia funcional del gobierno de Javier Corral, cuyo personal de primer nivel de ninguna manera está a la altura de las circunstancias para resolver conflictos, no se diga mediante el diálogo para el que están baldados, pero ni para actuar como equipo cual debiera ser su obligación. 

Como se dice en los anuncios de la fiesta brava: 4 corralistas 4. En primer lugar Ismael Rodríguez Gallegos brilla como un diamante por su absoluta ausencia. Le sigue de cerca el secretario general de gobierno –por un eufemismo se le tilda de encargado de la política interior–; Luis Fernando Mesta Soulé, que puede ser perito en un bufete de lujo o secretario de un consejo de administración, pero no entiende nada de la dinámica de un conflicto como el que vimos en la brecha de Sacramento. Su rostro bien pudiera ser parte de alguna nomenclatura decadente. 

Luego vienen dos actores burocráticos fundamentales: César Augusto Peniche, que reeditó en pleno siglo XXI el lenguaje de la Guerra Fría, empleando la palabra dominguera “sin razón”, para construir un discurso que no convence a nadie. En realidad, poco se le puede pedir a un funcionario hecho en la PGR, que permaneció como delegado de ésta durante el duartismo y que por obra y gracia de los oligarcas juarenses está, somnoliento, en la oficina de la Fiscalía. 

Por último viene Óscar Aparicio Avendaño con la versión de que por la brecha de la discordia pasan los delincuentes; dice saberlo pero jamás presenta un dato que acredite que en ese sitio cumplió en alguna ocasión sus obligaciones. 

Fieles a su jefe, piensan que las palabras, por el solo hecho de pronunciarlas, crean la realidad. 

En Chihuahua la brecha que ya jamás podrá abrirse es la que ata o une a un gobierno con su sociedad. En esto Chihuahua muestra un absoluto divorcio. 

Padecemos el mal gobierno y debemos ponerle fin. Los ciudadanos pueden.