La política de lo absurdo. Hace unos días vi una entrevista al fiscal general del estado, César Augusto Peniche Espejel y mi reacción, no sin la dosis de subjetividad recomendable, fue que no podía ser lo que estaba declarando, para maquillar el profundo fracaso de su encargo. 

Palabras más, palabras menos, habló del proyecto de consumar la creación de cinco cuarteles en diversos puntos neurálgicos del dilatado territorio chihuahuense y puso como ejemplo que el que se construye en Madera, Chihuahua, es todo un éxito. 

Como lo he dicho conforme a la Constitución General de la República, el estado de Chihuahua debiera estar confeccionando un diagnóstico y proyecto para abatir la violencia, la delincuencia organizada, el tráfico de armas, las desaparición de personas y, por encima de todo, la coordinación coherente y real con la federación, de lo que no sabemos absolutamente nada, salvo el afán de riña con los propósitos federales.

¿Cómo encajarían estos cuarteles en ese diagnóstico? Nadie lo sabe, pero en la mente de Peniche anida una idea propia de la política de lo absurdo.

Nos viene con la peregrina idea de que la construcción de cuarteles genera inversión, cosa que observa en el que se construye en Madera. Para él la ecuación entonces es llenar de cuarteles Chihuahua para que los inversionistas, de aquí y de otras partes, vengan a exponer sus capitales, a la sombra siniestra de este tipo de instalaciones que por cierto las poblaciones, cuando se presenta la posibilidad de su construcción, desean que estén afuera y a buena distancia. 

Paradójicas situaciones: en materia de fomento económico e innovación –tarea de la texana Alejandra De la Vega– no se hace nada, sino engordar los negocios particulares; pero Peniche ya propone que llenemos de cuarteles el estado para que la inversión fluya. Ya me conformaría con que cumpliera con sus tareas elementales y no anduviera proponiendo ideas que ni a Victoriano Huerta se le ocurrieron. Pen…iche.