Una muestra de la decadencia del PAN y el colapso de este partido es, ni más ni menos, que se ha corrido hacia la ultraderecha, en demerito de lo que alguna vez fue su orientación liberal, sobre todo en materia democrática. 

Así se observa en el comportamiento y los pronunciamientos que sostiene la recién designada -desde las alturas de las conveniencias- Rocío Reza en la presidencia estatal de Chihuahua del partido azul. 

Al igual que muchos otros, Reza hecha por delante la ética de sus convicciones, legítimas desde luego, en menoscabo de su partido, que es un órgano de interés público, incluso subsidiado fiscalmente. Para ella, sumarse a ProVida es lo principal, por tanto su propuesta es contra la interrupción legal del embarazo con sus diversas causales, a favor de un cerrado concepto de familia que la sociología contemporánea prácticamente trasladó a la arqueología y por la siempre etérea defensa de los valores. “Urge retomar los valores”. ¿Cuáles? ¡Vaya usted a saber! 

Con esas armas, la dirigente quiere navegar en el mar proceloso que es México y Chihuahua. A lo más, podrá emprender un viaje ribereño, superficial, sin hondura, porque en ese discurso están ausentes los grandes problemas de México y los que atormentan al país en un momento de crisis de grandes dimensiones. 

En realidad, nada se puede esperar del PAN. Su discurso está retornando a los fundamentalismos, apelando a la sociedad tradicional. Cosas del “santo hedor de la panadería”, como un día dijo el monero Rius, parafraseando al estupendo poeta jerezano Ramón López Velarde.