El escándalo policiaco de Cuauhtémoc es, como dice el lugar común, de pronóstico reservado. El fin de semana recibí innumerables llamadas de conocedores de la región planteando un cuadro en el que poder y delincuencia trazan los rasgos ásperos y los matices de una pintura expresionista.

Pienso, con sentido elemental, que la denuncia del alcalde Carlos Tena no puede quedar en una simple manifestación de protagonismo. Recordemos que nuestros políticos mal escalan un milímetro y ya piensan en las alturas. Sus denuncias públicas merecen un tratamiento público, en el que todos seamos incluidos con información real; no olvidemos que estamos hablando del tercer más importante municipio de la entidad y escenario de una violencia enorme.

No podemos quedarnos con la versión de la Fiscalía de que se le citará a declarar, tampoco con la negativa absurda de Javier Corral a recibir al edil. Ya sabemos que al gobernador le gustan los soliloquios, pero de persistir en esa actitud, que no lo vayan a alcanzar los llantos y las lágrimas cuando todo se torne inevitable.

Hice un postdiciendo que a Carlos Tena lo asistía la ley para que le concedan audiencia y la razón de sus informes. Lo sostengo, con un añadido: también las sinrazones.