Con motivo de las disputas judiciales que han afectado la vida institucional del Tribunal Superior de Justicia y el Consejo de la Judicatura, vemos cómo en ese poder tan importante, pilar del Estado de derecho, se dan prácticas aberrantes que desmienten hasta la poca confianza que hoy pueden tener los justiciables por quienes están encumbrados en esos aparatos del Estado.

Como se recordará, el pleno de la Suprema Corte de Justicia al resolver la situación del Consejo de la Judicatura, expresó siete votos a favor contra tres, lo que permitió que continuara como estaba y está actualmente. Esto significa que el pleno de la Corte por mayoría lanzó un reproche por lo que pasa en Chihuahua, mas no se alcanzó la mayoría calificada para colocar la situación en otra circunstancia. Esto significa que el Consejo de la Judicatura goza de desconfianza en el máximo órgano de justicia en el país.

Al respecto –y esta es la miga principal de esta breve nota–, el magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Chihuahua, señor Emiliano Anchondo Paredes, promovió que se esclareciera si esa mayoría era de siete votos o mayor. El asunto se ha mantenido en secrecía, pero trascendió que lo retiró a cambio de mantener a su consorte en un importante cargo administrativo en el Tribunal y que es por donde se procesan contratos, recursos públicos y todo lo concerniente y derivado de esto. El nepotismos y familiarismo prevalecen.

Como en las mafias, se retiró el escrito a cambio de la permanencia de la señora y frente a eso está la tolerancia del que, vía la intriga y la imposición, ocupa hoy el más alto cargo. No hay duda, como en las mafias: te doy para que me des. O como dijeron los mafiosos en El Padrino: “permitidme sacar agua del pozo”.