Si Miroslava Breach viviera, seguramente sería la última en reclamar un papel protagónico sobre cualquier otra persona en algún asunto de su vida y, vaya ironía, sobre su muerte. Si sus amigos y familiares han reclamado públicamente a las autoridades una pronto resolución, sin sesgos, “sin chivos expiatorios”, lo hacen porque precisamente se han solidarizado de la misma manera que lo han hecho tantas y tantos chihuahuenses que han perdido a seres queridos por circunstancias de la violencia que afecta a la entidad y al país.
Puede que en alguna parte tengan razón quienes señalan que el homicidio de Miroslava debe tener el mismo interés y tratamiento de las autoridades que el resto de las víctimas, pero, insisto, quienes han exigido al poder político una respuesta pronta, expedita y clara, no están en la vía de llamar a una justicia de privilegio. Ciertamente Miroslava y muchos de sus colegas periodistas que hoy salen a la calle para clamar justicia pertenecen a un gremio relevante de la sociedad, pero eso no es motivo para que sus demandas tengan un tono pasivo, mucho menos proviniendo de los reporteros.
Las condiciones mismas en las que se han producido este y otros homicidios han generado de por sí un ambiente de zozobra que afirmar cuál crimen importa y cuál no es, cuando menos, una especie de displicencia que atiza la parálisis que tanto afecta a las sociedades poco articuladas y que, de vez en cuando, se juntan para echar de los espacios de poder a los malos gobernantes. Y en eso, aunque excepcionalmente, han contribuido las periodistas como Miroslava Breach.
Es notable observar como personas, hechos, ideas, grupos y pensamientos perduran, y aún idas (os), en la memoria están. Compartimos el nacimiento de Unión Ciudadana, la que enseña y forma conciencia, moral y ética. Hoy examino su evolución y palpo que crea una «Pedagogía Social» (Lorenzo Pérez); un sentimiento que ha pesar de las fracturas injustas recibidas, está de pie: con el tanto mayor como se necesita, como con el tanto menor como se puede. Construir la «Casa Común» nos inspira fe para que la esperanza no se quiebre; para que no se desilache como lo que éste presente está coleccionando: incongruencias, simulaciones, injusticias y la retórica retorcida apuntalada en los fantasmas del pasado. En Unión Ciudadana veo vida y triunfo en el porvenir, en lo demás veo putrefacción en su lecho de fango, veo morir a un alto vuelo que se petrifica en un esplendor negado; veo oscilar masas de estupor en la piedra de cantera. Pero la luz avanza a grandes pasos, aplastando bostezos y agonías. Es la luz de Unión Ciudadana.
Fe ortográfico: Deshilache.