Los principales agentes de la amenaza y la inseguridad en Chihuahua buscarán mayoritear hoy una iniciativa gracias al vasallaje que todavía mantiene el cacique en el Congreso del Estado a través de la persona de su temeraria súbdita, la diputada priísta Laura Domínguez. Se trata, ni más ni menos, de patentar un grupo de escoltas para César Duarte, para el fiscal Jorge González Nicolás y su genízaro Pablo Rocha, durante ocho años, una vez que hayan terminado sus cargos en octubre próximo.

Como si no fuera suficiente el atraco que estos personajes han cometido en Chihuahua, Duarte y los priístas que todavía le quedan en el Congreso –mayoría, a pesar de todo– están preparando la versión chihuahuense de la famosa “roqueseñal” que habrá de ser desplegada al final de la sesión extraordinaria que se celebra hoy en el llamado, sólo por mero formalismo institucional, Poder Legislativo.

El cacique trae su propio juego para limpiar una imagen ya de por sí desdibujada y, para hacerse aparecer como el que nada tiene qué ver en el asunto, dijo horas antes de la sesión extraordinaria que había solicitado a sus diputados no incluirlo a él en ese beneficio. Tramposo como es, sabe que si se aprueba algo así, dicha prebenda le resultará también para él.

Pero va una paradoja al margen, producto del egocentrismo: en junio del año pasado, a pesar de que la Fiscalía del Estado y la Secretaría de Salud boletinaron a la prensa un acuerdo para dotar de escoltas a médicos que realizan sus tareas en la sierra, luego de un ataque perpetrado en Uruachi en el que una enfermera fue asesinada y un doctor resultó herido, César Duarte negó tal protección aduciendo entonces que “la situación no lo ameritaba”.

Duarte tiene miedo y aquella nueva imposición lo confirma. Ningún gobernante que se diga demócrata puede saberse enemigo –como lo ha sido él la mayor parte de su sexenio– de los chihuahuenses. En realidad, el cacique hace ya mucho tiempo que no convive con los que supone sus gobernados. Su frase de mercadotecnia política, “Chihuahua Vive”, es un muerto viviente. Bastaría con recordar que hace tres años fue bañado en aguas por un transeúnte mientras se dirigía a encender el árbol navideño en la Plaza del Arcángel. El ciudadano, molesto, le arrojó al déspota el agua fresca que bebía. Y qué decir de las múltiples ocasiones en que ancianos, estudiantes, jóvenes y adultos lo han repudiado públicamente.

El aborrecimiento es mutuo: ni la ciudadanía lo estima, ni Duarte quiere a los chihuahuenses. Por eso ya no despacha en Palacio; es más, es un secreto a voces que lo hace desde la Ciudad de México al grito ahogado de “no me merecen”.

De Jorge Nicolás no extraña nada: quiere escoltas por no haber hecho algo a lo largo de su gestión, o mejor dicho, por sólo haber administrado los intereses entre los diferentes grupos criminales, mientras la población sigue padeciendo la inseguridad, el asalto y el asesinato que, según cifras oficiales, tiene un repunte desde mayo pasado a la fecha. Y Rocha está en el mismo ajo.

Vuelven las "narcomantas".
Vuelven las «narcomantas».

Para darse una idea del sospechoso ambiente de inseguridad que se ha reinstalado en la ciudad y el estado, hoy temprano apareció una “narcomanta” dirigida a un supuesto “comandante Alejandro Rangel” a quien acusan de ser protegido de La Línea, brazo armado del Cártel de Juárez. La manta fue colocada sobre un puente de la muy transitada avenida Tecnológico, frente a la Deportiva. También desde ayer se busca a una estudiante de quince años y a una menor de seis, desaparecidas en Ciudad Juárez. Todo esto, sin contar con las ejecuciones y asesinatos de gran crueldad que nuevamente se suceden en Juárez y Chihuahua, principalmente.

Duarte, el mitómano llamado fracaso que quería pasar a la historia como el más grande estadista de Chihuahua, fue víctima de sus palabras (“el poder es para poder”) y de su propia arrogancia y terminó convirtiéndose en el corrupto miserable que robó al pueblo, cínica y descaradamente (“sólo tengo 100 millones”, diría en televisión abierta) y que por ello, la ciudadanía, los suyos incluso, se lo cobraron en las urnas. Hoy enfrenta un proceso en el PRI para su expulsión y una denuncia penal en la PGR por su enriquecimiento ilícito; le esperan además nuevas demandas internacionales por fraude y una historia en el horizonte político hecho añicos a base de su obcecada ambición. El tiempo se le acaba, por eso busca protegerse a como dé lugar. Sí, a como dé lugar.