El pasado 5 de junio los ciudadanos emitieron un mandato: que se vaya el PRI, que se vaya Duarte. A partir de ese momento se abrió una coyuntura compleja que amerita conceptualizarla, aunque muy pronto la disolvencia de la transferencia del poder acabe con ella. Así pasa hasta con el arte de la equitación, el dueño de los caballos y los jinetes. En otras palabras, la estancia arriba o la estancia abajo.

A final de cuentas, la transición en presencia se caracteriza por un conjunto de golpes bajos a ese mandato popular y la inoperancia de abordar al duartismo, en congruencia con la fuerza del voto, en el único terreno en el que se le debió contestar: paralizarlo para que este largo interregno no redundara en perjuicio de la sociedad en transformación que exige un cambio y absoluta congruencia con las propuestas anticorrupción que respaldaron la insurgencia electoral. El que esto escribe propuso la salida inmediata de Duarte y el nombramiento de un gobierno de transición que facilitara las cosas. Fuerza no faltaba y razones menos.

A este planteamiento se contestó con politiquerías baratas y así se han perdido, aparte de tiempo, oportunidades estupendas para iniciar un real proceso de entrega que preparara el principal reto que el próximo gobierno tiene enfrente: enjuiciar a César Duarte y a sus cómplices por las enormes faltas y la corrupción política que ha estremecido a la entidad a lo largo de los últimos dos años con la insurgencia de Unión Ciudadana.

Al adversario se le dio tiempo, se actuó con blandura, porque blando finalmente es al que se designó como capitán de la empresa transicional. ¿Qué tenemos ahora? Hago un recuento apretado y sin sugerir prelación de importancia alguna:

– El PRI de Duarte-Dowell recurrió a la artimaña de impugnar la elección de gobernador y mantener una especie de dualidad de poder sólo desventajosa al interés del pueblo. Jamás he creído que esa impugnación tenga la más mínima posibilidad de resolverse en el fondo a favor del duartismo; es un galimatías de litigante de cobacha que ha servido, como chicana, para mantener, como dicen los abogados, sub júdice, una decisión que crea una momentánea incertidumbre: al que todos saben ya electo, le falta una sentencia que contenga la declaración de cosa juzgada, y por tanto, y de manera formalista, hermanada con la simulación, el que es aún no es; y en ese contexto, hasta Peña Nieto le hace el caldo gordo al PRI, negándose a un primer encuentro con el gobernador electo.

– Duarte y sus compinchados –básicamente Jaime Herrera Corral y Mario Trevizo– han aprovechado el tiempo para esconder expedientes, destruir evidencias, arreglar lo arreglable y, lo más importante y delicado, tramitar ante el obsequioso Congreso del Estado, un empréstito por 6 mil millones de pesos mediante el mecanismo especulativo de bursatilizar excedentes por ingresos carreteros. Es decir, acrecentar la deuda que precisamente fue la fuente de críticas puntuales y certeras al desastre financiero del duartismo. Ese dinero tenía el propósito de pagar deuda, entre ella el gasto de la campaña del naufragio de Enrique Serrano y poner recursos para un final menos desastroso que el que hoy vemos, ejemplificado con el relleno de combustible al Vivebús, a través de la compra de diesel en tambos y prácticamente para poder concluir la ruta en los patios y talleres de las unidades. Y aquí se ha andado de manera errática: que si el amparo del benevolente Claudio X. González, que si la suspensión, que si la firma del electo, que si Videgaray, que ya se fue… En las tinieblas, los dueños del país siguen frotándose las manos, entre ellos Carlos Slim, en una oscuridad que parece darle ventaja.

– La ausencia de equipos realmente presionando, con la constancia de mayoría en la mano, la pronta entrega de las oficinas y sus contenidos, para ganarle tiempo al tiempo y brindarle beneficios a una sociedad expoliada, de equipos integrados aquí, con gente capacitada de aquí y suficientemente calificada, que la hay.

– La desmesurada tolerancia con la mafia impuesta por César Duarte en el Tribunal Superior de Justicia, que amenaza hoy con colocar a cerca de 60 jueces a través de un proceso que más tiene una finalidad de amarres clientelares en un poder que a todas luces necesita dignificarse. Esta decisión, a menos de un mes del cambio de gobierno, nos habla claramente de un posicionamiento inadmisible en una transición debidamente procesada y anuncia la generación de un conflicto innecesario a la hora de la reconstrucción de un Poder Judicial realmente comprometido con la justicia, el Estado de derecho y un adecuado ejercicio de división y colaboración de poderes en una sociedad realmente comprometida con la democracia y el derecho.

– En la muy sensible esfera de la procuración de justicia, se da una infiltración grave de gente que no tan sólo no debiera tener encargos, sino estar ya respondiendo ante los tribunales por faltas evidentes cometidas en el pasado reciente.

– La aprobación al vapor de un número exorbitante de cuentas públicas, desde las muy importantes hasta las secundarias, con las que se construye y fortalece una red de priístas que estarán conspirando permanentemente en contra del próximo gobierno. Se les regaló impunidad a cambio de fortalecer al PRI, que hoy prácticamente quedó expulsado de esferas importantes de poder, tanto a nivel municipal como congresional, y no se diga en la administración pública central y descentralizada.

– En las dos principales universidades públicas (UACH y UACJ) se atrincheran viejos grupos priístas que resistirán hasta el final. Si bien la autonomía aquí se ve como un obstáculo, los múltiples mecanismos que establecen las leyes deben iniciar a desplegarse para alentar un proyecto de renovación. Aquí también la transición camina lenta.

– Como la democracia se advierte más en las pequeñas que en las grandes cosas, la transición se ve invertebrada y en algunos casos con estilos que hoy pueden ser de apariencia y de relaciones públicas, pero que andando el tiempo se pueden solidificar y caer por vertientes indeseadas.

– El gobernador electo no puede continuar como enemigo complementario del duartismo y el tránsito hacia la apuesta por el derecho y el reto institucional de fincamiento de responsabilidades al tirano, se debió consolidar precisamente durante este interregno, para no permitir las maniobras de Duarte y aun todo el despliegue publicitario que hoy hace y en el que, con hipocresía y desfachatez superlativa, se quiere presentar como el constructor de un nuevo Chihuahua. Pide disculpas (el ya clásico perdón), pero restriega en la cara a sus opositores que los magnificaron. Así llora su derrota electoral.

– Por último, pero no al último, los dueños de Chihuahua, los oligarcas de sepa, ya hicieron su aparición; piden su parte y para ellos no hay escrúpulos. Si antes loaron a Duarte para reproducir sus ventajas, hoy simplemente les basta exigir a la corona lo que les da la bolsa.

Dejo aquí estos apuntes no sin anunciar que estaremos atentos, particularmente de los próximos días definitorios en este tema.