Estuvo acá en Chihuahua Claudio X. González, presidente de la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad. Desde luego que los empeños, tanto de él como de la asociación civil, son bien percibidos por la sociedad mexicana, harta del flagelo de la corrupción política inmemorial que padece nuestro país. Don Claudio, qué duda cabe, forma parte de una familia oligárquica, de tal manera que por recursos económicos para el despliegue de sus actividades no hay barrera que no se pueda vencer.

Sin embargo, no está de más verificar puntualmente un aspecto de la corrupción política que bajo la óptica empresarial –y la de Claudio X. ahí se ubica– tiene que ver con una visión integral de la misma, cuenta habida de que la corrupción no nada más existe en las esferas gubernamentales del Estado, como también está en la vida individual de las personas, las universidades, el ámbito de la intelectualidad, las asociaciones y prácticas religiosas, es decir, en todas partes. Pero es necesario entender a profundidad que la corrupción contemporánea en México no se explica exclusivamente por funcionarios que aprovechan su posición para obtener beneficios privados, para sí, para su familia o sus favoritos. No. Atrás de un hecho de corrupción política es muy frecuente que esté un empresario, una corporación económica, una institución financiera, la Bolsa de Valores, en fin, todo lo que tiene que ver con el ámbito de los negocios, la industria, la banca o las finanzas.

Se ha dicho que en esto hay uno que da y otro que recibe, por lo que la corrupción, en esta variante, es una carretera de ida y vuelta; y en ello, si bien los empresarios corruptos sólo cometen delitos que están en el catálogo del Código Penal, son complemento de la gran falta a los esquemas normativos de ética y valores que rigen el desempeño de los gobernantes. En esto todos traicionan a alguien, pero el político corrupto traiciona, además, las normas constitucionales y a la sociedad en pleno, ya que las instituciones se han creado para beneficio único y exclusivo del pueblo, la sociedad, la colectividad, o el sustantivo que usted prefiera.

Por eso, don Claudio parece traer unas antiojeras que le permiten ver, y con aumento, la corrupción en el gobierno, pero le impiden ver hacia el otro extremo, que es el de los empresarios corruptos, de los cuales muy pocos se escapan y algunos figuran en el elenco de intocables que documentó el periodista profesional Jorge Zepeda Patterson. La mayoría de los que leen estas notas saben de quiénes hablo, de tal manera que ahorro tinta y espacio.

La corrupción en el mundo global, al seno del capitalismo mundial, es algo que han valorado integralmente muchos investigadores y entes de solvencia internacional indiscutible. Seguramente son del conocimiento de don Claudio y de su brazo civil, sólo que esgrimir las mejores conclusiones es zona vedada porque para ellos significa levantar la mano contra sí mismos. Y a decir verdad, no están dispuestos a suicidarse.